UNA POBRE CHICA llegó SIN ZAPATOS a la ENTREVISTA – EL CEO MILLONARIO la ELIGIÓ entre 25 CANDIDATAS

La entrevista que podía cambiar su vida estaba a punto de comenzar y ya iba tarde. Había perdido el autobús. Ah, y sin un centavo para pagar un carro por aplicación. No le quedó de otra más que lanzarse a una maratón urbana de nueve cuadras. Tan enfocada en la prisa, no se dio cuenta de que venía un hombre en sentido contrario, completamente concentrado en la pantalla de su celular. Y entonces, pum, el choque fue inevitable.

El golpe la tiró al suelo como si fuera un costal de papas. Su bolsa cayó, los currículums se esparcieron por la banqueta y el tacón de una de sus sandalias se rompió con un sonido agudo. ¿No ves por dónde caminas, loco? Gritó sin levantarse, recogiendo los papeles a toda prisa. El hombre, alto, vestido impecablemente con traje, sostenía el celular sin siquiera pensar en ayudarla.

“La que venía corriendo como loca eras tú”, respondió él con frialdad. Zoe levantó la vista y se encontró con un rostro duro, sin expresión, sin el menor gesto de empatía. Ese tipo de hombre trajeado que transmite aires de superioridad. Respirando hondo, se puso de pie, levantando el zapato roto con la mano. “Genial! Se me rompió el tacón”, reclamó con la voz quebrándose por la desesperación.

“Tengo una entrevista importantísima. Era mi única oportunidad y ahora, sea, engreído arrogante. Él levantó una ceja sin inmutarse. Si de verdad eres capaz, andar descalza no va a impedir nada. Soy parpadeo, sorprendida. Vaya, frase digna de camiseta motivacional barata. Una leve sonrisa se asomó en los labios de él, o quizás solo fue un gesto involuntario, y enseguida se dio la vuelta.

“Buena suerte”, dijo, alejándose como si ella fuera invisible. Soy bufó mirando el zapato torcido en sus manos. Respiró profundo, levantó el rostro y tomó una decisión. Ni modo, va a ser sin zapatos. Se quitó el otro tacón, cargó ambos en la mano y reanudó la carrera. Poco después, jadeando por el cansancio, entró en la brillante recepción del grupo González.

Descalza con los zapatos rotos colgando como trofeos de guerra. La recepcionista, elegante con un blazer caro, la miró como si hubiera visto una criatura de otro planeta. “Entrevista para asistente ejecutiva”, anunció Zoe intentando sonar firme a pesar del cabello pegado en la frente y los pies desnudos sobre el suelo brillante.

“¿Nombre?”, preguntó la recepcionista de su tableta con desconfianza. Soy López, le indicaron un pasillo. Soy siguió hasta la sala de espera, abrió la puerta y casi se quedó sin aliento. Había más de 20 mujeres, todas impecables, tacones altos, maquillaje perfecto, vestidos elegantes, parecían modelos de un anuncio de perfume caro. Ella, en cambio, parecía recién salida de una maratón en plena ciudad.

Se sentó discretamente escondiendo los zapatos detrás de su bolsa. Algunas candidatas la miraron con risitas. Una de ellas incluso le tomó una foto escondidas. “¿De verdad está sin zapatos?”, susurró una rubia divertida. Soy respiró hondo, levantó el mentón y pensó, “Ya llegaste, eso es lo que importa. Ahora di lo que tienes que decir.

“Fue entonces que lo escuchó. Pasos firmes, autoritarios, levantó la vista y lo vio. A él, el mismo hombre. Traje impecable, cabello perfectamente peinado, postura de alguien que manda y no permite distracciones. Zoe sintió un vuelco en el corazón. Sin poder aguantarse, soltó otra vez tú, señor engreído con traje. Las candidatas contuvieron la risa. Otras abrieron los ojos con sorpresa.

El ambiente se volvió un campo minado de miradas. Él se detuvo, volvió el rostro hacia Zoy y la observó unos segundos. Ni una sonrisa ni sorpresa, solo silencio. Y luego siguió caminando. Soy decidió desaparecer. Minutos después, la recepcionista llamó. Soy López. Ella tragó saliva, se levantó como una sobreviviente de guerra y caminó descalza por el pasillo.

Entró en la sala de entrevistas y su corazón se congeló. En la cabecera de la mesa estaba él, el arrogante del accidente en la calle, pero ahora como CEO de la empresa, Adrián González, y el puesto era justo para ser su asistente personal. Él levantó la vista de los documentos y la miró fijamente. Zoe forzó una sonrisa temblorosa, murmurando bajito para sí misma. Perfecto.

Me van a correr antes de contratarme. Soy Tragó Saliva sintiendo el peso del momento. Ahí estaba ella, descalza frente al hombre más poderoso del grupo González, el mismo con el que se había chocado en la calle y al que llamó señor engreído hace apenas unos minutos.

El destino tiene un sentido del humor bastante peculiar. Adrián González la observaba con esos ojos penetrantes como si intentara descifrar un enigma. Soy respiró hondo y pensó en la renta atrasada, en las cuentas apiladas sobre la mesa de la cocina, en el refrigerador casi vacío. Necesitaba ese trabajo más que nada. Bien, dijo Adrián ojeando su currículum. Vamos a empezar.

¿Por qué debería contratarla? Zo miró hacia abajo a sus pies sobre la alfombra costosa. Luego levantó el rostro con determinación. Si la iban a rechazar, al menos sería siendo ella misma. Mire, señor González, voy a ser sincera, no tengo título de universidad cara, no hablo cinco idiomas y claramente no sé escoger zapatos resistentes para correr en la ciudad, comenzó moviendo las manos al hablar.

Pero le puedo asegurar algo, ¿no va a encontrar a alguien con más ganas de no arruinar esta oportunidad que yo? Adrián levantó una ceja intrigado. Interesante forma de empezar. Siga. Mi vida no es un cuento de hadas. Crecí ayudando a mi mamá a vender tacos en el tianguis los fines de semana.

Aprendí que cuando la vida te empuja, te levantas, te sacudes el polvo y sigues adelante. Aunque sea descalsa, dijo señalando discretamente sus pies. Soy organizada, creativa cuando hay que improvisar y tengo una ventaja que las demás candidatas allá afuera no tienen. ¿Qué ventaja sería esa? No me voy a desmayar si usted me grita. Ya me han gritado clientes molestos pidiéndome cambio de billete de 50 por un taco de 5 pesos.

Después de eso, cualquier cosa me parece fácil. Por primera vez, Adrián mostró algo parecido a una sonrisa contenida. ¿Y por qué quiere trabajar aquí específicamente? Porque necesito demostrarme a mí misma que puedo ser más de lo que la gente espera. Y también porque mi casero no acepta potencial sin explotar como forma de pago de la renta. Respondió con una sonrisa.

pícara, pero sobre todo porque vi cómo trata usted a los empleados. Aunque haya sido, digamos, poco amable conmigo en la banqueta, no humilló a nadie en el pasillo. Eso dice mucho de una persona. Adrián lo observó en silencio por varios segundos. Había algo refrescante en esa mujer. Nada de respuestas aprendidas, nada de falsedad, solo honestidad pura con un toque de humor. ¿Tiene experiencia administrativa? Trabajé 2 años en una refaccionaria.

Llevaba el control del inventario, atendía a clientes molestos y organizaba el desorden que dejaban los vendedores. Si logré que un mecánico enojado entendiera que la paciencia existe, me imagino que puedo lidiar con ejecutivos”, dijo guiñando un ojo.

“¿Y cómo maneja la presión?” “Señor González, ayer cociné la cena para cuatro personas con dos papas, un huevo y mucha creatividad. Si eso no es trabajar bajo presión, entonces no sé que lo sea. Adrián cerró su currículum y se recargó en la silla. Había algo magnético en esa espontaneidad. En todos sus años dirigiendo la empresa, nunca había entrevistado a alguien que le hiciera sonreír por dentro.

Última pregunta. ¿Cómo piensa destacarse en un ambiente tan competitivo como este? Soy pensó un momento, luego sonríó con confianza genuina. No voy a fingir ser alguien que no soy. Voy a trabajar con dedicación, aprender rápido y buscar soluciones. Y si se necesita, seré la persona que recuerde a los demás que somos humanos, no máquinas de café. Hizo una pausa.

Además, le prometo que nunca más voy a atropellar al jefe en la calle. Una vez fue más que suficiente. Adrián la miró unos segundos más tratando de descifrar qué era lo que lo intrigaba tanto de esa mujer. “Interesante”, murmuró levantándose. “Muy interesante. Soy no supo interpretar el tono. Era algo bueno o malo. Imposible saberlo con ese hombre.

Recibirá una llamada mañana”, dijo él abriendo la puerta. Soy salió de la sala con el corazón latiendo a 1000, los zapatos rotos todavía en la mano. En el pasillo, las otras candidatas la miraron con una mezcla de curiosidad y lástima. Una de ellas susurró algo sobre Pobrecita.

Al día siguiente, Soy estaba preparando el desayuno con lo último que tenía en casa cuando sonó el teléfono. Soy López. Habla Isabel del grupo González. El señor González quisiera que empiece hoy mismo. Soy casi dejó caer la taza. En serio, digo, claro. ¿A qué hora? A las 8 en punto y señorita López traiga zapatos de repuesto. Soe rió, colgó y se puso a bailar por la cocina diminuta. Lo había logrado.

Contra todo pronóstico, lo había conseguido. Unas horas después llegó al grupo González, descalzada y ansiosa. Isabel, la asistente de recursos humanos, la llevó por los pasillos hasta un escritorio cerca de la oficina de Adrián. Esta es su estación de trabajo. Le presentaré a los compañeros. Lo que siguió fue un espectáculo digno de una comedia.

Soy confundió la sala de juntas con el baño, tiró una torre de documentos al saludar a un ejecutivo y logró trabar la impresora en menos de 10 minutos. ¿Cómo hiciste eso?, preguntó Carla, una empleada veterana, mirando la impresora con asombro.

Talento natural, respondió Zoy, intentando destrabarla, pero no todo fueron tropiezos. Cuando el sistema de archivos electrónicos falló, Soy improvisó un sistema manual que funcionó perfectamente. Cuando un cliente importante llamó molesto, ella lo calmó con humor y paciencia, resolviendo el problema en pocos minutos. “¿Cómo hiciste eso?”, preguntó Roberto, “Un asistente con más experiencia.

Mi mamá siempre decía, una persona enojada solo quiere ser escuchada.” Escucha primero, resuelve después”, explicó Zoe mientras organizaba los papeles en su escritorio. Pronto, los compañeros comenzaron a contar anécdotas. La descalsa de la entrevista arregló mi caos en 5 minutos. Salvó mi reunión con esa idea genial.

Nunca vi a alguien transformar un lío en solución tan rápido. Adrián observaba todo desde lejos. Había algo en esa mujer que despertaba su curiosidad. Rompía esquemas sin darse cuenta, resolvía problemas de forma poco convencional y lo más importante, traía ligereza a un ambiente que siempre era tenso.

Durante la tarde, Soy notó que él la miraba de vez en cuando, pero nunca decía nada. Solo esa mirada analítica como si estudiara una fórmula compleja. Al final del día, cuando la mayoría de los empleados ya se había ido, Soy organizaba a su escritorio para el día siguiente. Fue entonces cuando lo encontró. un papel doblado escondido entre los documentos. Lo abrió con curiosidad y leyó, “Tú no perteneces a este lugar.

“La sangre se le heló en las venas. Miró alrededor, pero no había nadie. ¿Quién había escrito eso y por qué? Soy guardó el papel en su bolsa, el corazón acelerado. Había conseguido el empleo, impresionado algunos compañeros y sobrevivido al primer día, pero al parecer no todos estaban contentos con su presencia. Tomó sus zapatos de repuesto, respiró hondo y salió del edificio.

Mañana sería otro día y estaría lista para enfrentar cualquier reto, aunque ese reto fuera descubrir quién quería verla fuera antes de que siquiera empezara de verdad. Una semana después, Zoe ya se había acostumbrado a la rutina en el grupo González. Sus torpezas iniciales se habían convertido en un encanto peculiar y comenzaba a sentirse parte del equipo.

Fue entonces cuando conoció a Vanessa Morales. Vanessa era todo lo que soy no era. Vestida impecablemente, uñas perfectas, cabello siempre en su lugar y una postura que gritaba. Llevo mucho tiempo perteneciendo a este lugar. Trabajaba en el departamento de mercadotecnia desde hacía 5 años y claramente no aprobaba los cambios.

Así que tú eres la famosa descalza de la entrevista”, dijo Vanessa esa mañana acercándose al escritorio de Soy con una sonrisa que no llegaba a los ojos. “¡Qué interesante! Culpable”, respondió Soy alegremente, sin levantar la vista de los documentos. “Aunque hoy sí traigo zapatos, como puedes ver.

“Qué bien, sería vergonzoso si nuestra nueva asistente siguiera dando ese tipo de ejemplo. El tono condescendiente no pasó desapercibido. Soy levantó la mirada y sonrió con dulzura exagerada. Tienes razón. Imagino que debe ser difícil mantener los estándares cuando se trabaja tanto tiempo en el mismo lugar. Uno se vuelve un poco cómodo, ¿no? Vanessa entrecerró los ojos.

Dos compañeras que pasaban por el pasillo disimularon risitas. “Espero que entiendas la cultura de esta empresa”, dijo Vanessa subiendo un poco el tono. Aquí valoramos el profesionalismo, la educación y, ¿cómo decirlo? La clase. Vaya, qué coincidencia.

Yo también valoro esas cosas”, respondió Zoy fingiendo sorpresa, “sbre todo la educación. Ya sabes, me enseñaron a tratar a las personas con respeto, sin importar cuánto tiempo lleven trabajando en un lugar.” “¡Qué lindo”, murmuró Vanessa con veneno en la voz. “Pero dime, querida, ¿de verdad crees que perteneces aquí?” Entre personas que estudiaron en las mejores universidades que tienen experiencia real.

Zoe se levantó lentamente, organizando los papeles en su escritorio con una calma deliberada. ¿Sabes, Vanessa? Mi abuela siempre decía algo muy sabio. Quien se siente amenazado por alguien nuevo es porque sabe que no está haciendo su mejor trabajo. Era muy inteligente mi abuela.

Solo estudió hasta tercer año, pero entendía a las personas mejor que cualquier título universitario. El rostro de Vanessa se puso rojo. Algunas personas se detuvieron a observar la escena. ¿Estás insinuando qué? No estoy insinuando nada, interrumpió Soy con una sonrisa angelical. Solo comparto la sabiduría de mi abuela. Cada quien lo interpreta como quiera. Fue en ese momento que Adrián González apareció en el pasillo.

Su mirada recorrió rápidamente la escena. Vanessa visiblemente molesta. Soy manteniendo la calma con una sonrisa en el rostro y algunos empleados mirando con interés apenas disimulado. ¿Algún problema por aquí? Preguntó con voz neutra. Ningún problema, señr González, respondió Soy de inmediato. Vanessa solo estaba dándome la bienvenida.

Muy amable de su parte. Vanessa forzó una sonrisa tensa. Exacto. Solo conversábamos sobre adaptación. Adrián las observó por unos segundos más. Luego asintió brevemente y siguió su camino. Vanessa lanzó una mirada venenosa a Zoe antes de alejarse con los tacones golpeando fuerte contra el pis. “Vaya”, susurró Carla acercándose a Zoe. “Nunca había nadie dejar a Vanessa sin palabras así.

“No hice nada del otro mundo,” dijo Zoe encogiéndose de hombros. Solo dije la verdad con educación. El resto de la mañana pasó tranquilo hasta que Soy tuvo que subir al piso 12 para entregar unos documentos. entró al elevador y para su sorpresa encontró a Adrián ya adentro. “Señor González”, saludó presionando el botón. Él asintió con la cabeza volviendo su atención al celular.

El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el leve zumbido del elevador. Y entonces ocurrió. El elevador se detuvo de golpe, las luces parpadearon y nada más. “Perfecto,”, murmuró Soy, presionando varios botones. Nada funcionaba. Adrián guardó el celular y intentó el botón de emergencia. Tampoco funcionó.

“Parece que estamos atrapados”, dijo él sorprendentemente tranquilo. “Genial”, respondió Soy recargándose en la pared justo hoy que le prometí a mi mamá que cenaría en casa. Va a pensar que me inventé una excusa para no comer sus frijoles quemados. Adrián la miró con curiosidad. “¿Tu mamá quema los frijoles?” “Ella quema todo. Es un talento natural.

La semana pasada logró quemar hasta una ensalada”, dijo soyriendo. “Pero igual me lo como porque está hecho con amor, amor y mucho carbón.” Por primera vez en días, Adrián se rió. Una risa breve pero genuina. Y tú, continuas hoy intentando relajar el ambiente.

“¿Hay alguien que te espere en casa para cenar comida quemada?” “No”, respondió él, recuperando la seriedad. Vivo solo. Ah, ya veo de esos solteros que comen restaurantes caros todos los días y creen que eso es vida. Romeo, apuesto a que ni siquiera sabes dónde está la cocina de tu departamento. Sí, está al lado del área de lavado. Vaya, qué conocimiento profundo del hogar. Yo soy. Déjame adivinar. Tu refrigerador solo tiene agua mineral y restos de comida china.

Adrián la miró con una expresión extraña. ¿Cómo podía ella leer a las personas también? y champaña, admitió él para ocasiones especiales. Como los lunes, promeó ella, como nunca. Lleva ahí dos años. Soy negó con la cabeza fingiendo decepción. Eso es triste, señor González. Champaña de 2 años y ni una ocasión especial.

Usted necesita con urgencia más alegría en su vida. El elevador se sacudió haciéndolos perder el equilibrio por un momento. Soy se sujetó del pasamanos mientras Adrián la sostuvo del brazo para evitar que cayera. Por un instante quedaron muy cerca. Soy percibió su perfume masculino y sofisticado. Adrián notó sus ojos expresivos y llenos de vida.

Si morimos aquí, dijo ella rompiendo la atención, al menos no tengo que pagar mis cuentas este mes. Adrián soltó una carcajada genuina. Una risa que ella nunca le había escuchado antes, espontánea y cálida. Esa es tu estrategia para manejar crisis. Humor negro. Es mi estrategia para la vida. respondió Soy.

Reírse de los problemas los hace más pequeños, llorar los hace más grandes y además terminas con los ojos hinchados. En ese momento, el elevador volvió a funcionar, las luces se estabilizaron y comenzó a subir de nuevo. “Parece que sobrevivimos”, dijo Adrián. “Qué lástima, ya me estaba gustando la idea de no pagar cuentas. Promeo soy.

Cuando las puertas se abrieron en el piso 12, ella salió con los documentos en la mano. “Señor González, lo llamó antes de que las puertas se cerraran. Sí, si algún día quiere probar frijoles quemados de verdad, mi mamá hace los mejores del barrio.” Las puertas se cerraron, pero no antes de que ella viera una sonrisa genuina en su rostro. De vuelta en su oficina, Adrián no podía dejar de pensar en la conversación.

Había algo en Zoe que lo desarmaba por completo. Tenía el don de convertir situaciones tensas en momentos ligeros, de encontrar humor donde él solo veía problemas. Y por primera vez en años se descubrió sonriendo solo en su oficina. Mientras tanto, Soy terminaba de organizar los documentos también con una sonrisa en el rostro. Algo estaba cambiando entre ella y su jefe, algo que aún no sabía si era bueno o peligroso, pero definitivamente era interesante.

Unos días después del episodio en el elevador, Zoe estaba organizando los archivos cuando Isabel apareció en su escritorio con una expresión seria. Soy, el señor González necesita que presentes los datos del proyecto Monterrey en la reunión de esta tarde. Soy sintió que la sangre se le helaba en las venas. Yo presentar en la reunión, balbuceo dejando caer una pila de papeles. Isabel, creo que hay un error.

Apenas sé dónde está la máquina de café, mucho menos presentar datos de un proyecto. No hay ningún error. A las 3 en punto en la sala de conferencias, dijo Isabel ya alejándose. Y Zoe, pístete formal. Zoe miró su vestido sencillo y suspiró. Para ella, formal significaba no usar tenis rotos.

Pasó el resto de la mañana estudiando frenéticamente el proyecto Monterrey. Números, gráficos, proyecciones, todo muy complicado para alguien que todavía estaba aprendiendo a usar la impresora sin trabarla. Necesito un milagro, murmuró para sí misma ojeando los reportes. Carla pasó por su escritorio y notó su desesperación. Primera presentación, preguntó con solidaridad y probablemente la última, respondió Soy. Voy a hacer el ridículo frente a todos. Apuesto a que Vanessa lo va a disfrutar. Relájate, sé tú misma.

¿Te ha funcionado hasta ahora? No. A las 3 en punto, Soy entró a la sala de juntas cargando una laptop que apenas sabía usar y una pila de papeles desordenados. La mesa estaba llena. Adrián en la cabecera, ejecutivos importantes y, por supuesto, Vanessa con una sonrisa depredadora. Zoi, dijo Adrián, puedes comenzar cuando quieras.

Zoe se puso de pie con las piernas temblorosas, intentó conectar la laptop al proyector y, naturalmente, nada funcionó. Después de unos segundos incómodos, se rindió con la tecnología. Bueno, empezó levantando los papeles. Parece que lo haremos a la antigua.

Como decía mi abuelo, cuando la herramienta no sirve, usa la cabeza. Algunas risas suaves recorrieron la sala. Adrián observaba con atención. El proyecto Monterrey es como hacer un pastel para una fiesta muy grande, continuó Soy gesticulando. Primero necesita saber cuánta gente va a venir, qué tipo de pastel les gusta y si tiene suficientes ingredientes. Vanessa puso los ojos en blanco, pero otros ejecutivos parecían interesados en la analogía poco convencional.

Nuestros invitados son los consumidores de la región de Monterrey. Según los datos, dijo mostrando una gráfica, les gusta el pastel de chocolate, es decir, productos de calidad a buen precio. No quieren pastel de fiesta elegante que cuesta demasiado. ¿Y los ingredientes?, preguntó un ejecutivo ya metido en la metáfora. Ah, los ingredientes son nuestros recursos.

equipo, presupuesto, tiempo”, explicó Zoy con entusiasmo. Y la buena noticia es que tenemos ingredientes de sobra para hacer un pastel delicioso. El problema es que estábamos tratando de hacer un pastel francés sofisticado cuando la gente de Monterrey quería un pastel casero sabroso. La sala quedó en completo silencio. Adrián se inclinaba hacia delante fascinado.

“¡Miren estos números”, continuó ella tomando otra hoja. Si bajamos el costo del producto un 15% e invertimos esa diferencia en marketing local, vamos a vender un 60% más. Es como cambiar un empaque caro por mejor sabor. Pero eso no afecta nuestra ganancia, cuestionó otro ejecutivo. Al contrario, exclamó Soy tomando una calculadora.

Pendiendo más unidades con menor ganancia por unidad, ganamos más en total. Es matemáticas simples. Es mejor vender 100 pasteles ganando pes por cada uno que vender 50 ganando tres. La analogía estaba funcionando. Incluso Vanessa parecía prestando atención, aunque con cara de haber chupado un limón. Y hay más, siguió Zo entusiasmada.

Si hacemos alianzas con proveedores locales de Monterrey, además de reducir costos de transporte, demostramos que respetamos la economía de la región. Es como usar ingredientes del patio de la vecina. Todos quedan contentos. Un ejecutivo mayor comenzó a aplaudir despacio. Otros se unieron. Pronto toda la sala estaba aplaudiendo. “Excelente presentación soy”, dijo Adrián con una sonrisa discreta, pero genuina, creativa y muy clara.

Soy sintió las piernas temblar, pero esta vez de alivio. “Gracias, señr González, y perdón por el problema técnico. Prometo que para la próxima voy a hacer amistad con el proyector antes de la reunión. Más risas en la sala. La reunión terminó con varios ejecutivos felicitando a Soy y pidiéndole copias de sus gráficas de pastel, pero no todo eran aplausos.

Al salir de la sala, Soy vio a Vanessa en el pasillo hablando en voz baja con dos compañeras del área de marketing. “Ovio que fue favoritismo”, decía Vanessa. “Vieron como ni siquiera sabía usar el equipo y esas analogías ridículas de pastel, por favor.” “Pero funcionó”, dijo una de las compañeras. “A los ejecutivos les encantó. Claro que funcionó.

González claramente tiene un interés especial en ella, respondió Vanessa con malicia. ¿No notaron como le sonreía? Una empleada nueva presentando un proyecto importante. No es raro. Soy sintió un vacío en el estómago. En los días siguientes notó miradas distintas, susurros que se detenían al pasar, sonrisas forzadas.

“¿Has oído lo que andan diciendo?”, le preguntó Carla en voz baja. “Que solo me destaqué porque al jefe le gustó”, respondió Zoy, intentando sonar despreocupada. “Eso es una tontería. Tu presentación fue brillante, pero el daño ya está hecho. Ahora cualquier cosa buena que haga, van a decir que fue por favoritismo.” La presión aumentó.

Compañeros que antes eran amables se volvieron distantes. Otros hacían comentarios indirectos sobre ciertas personas que suben demasiado rápido. Soy intentaba mantener el buen humor, pero por dentro estaba preocupada. Al final de la tarde del viernes, mientras organizaba su escritorio para irse, apareció Isabel.

Soy, el señor González quiere hablar contigo ahora. El corazón de Zoe empezó a latir con fuerza. Esa era la frase que todo empleado temía escuchar. Caminó hasta la oficina de Adrián con las piernas como gelatina. Tocó la puerta y entró cuando él lo autorizó. Siéntate, dijo él sin levantar la vista de los papeles. Necesito hablar contigo a solas. Soy se sentó con las manos sudorosas. Eso era todo.

La iban a despedir por los rumores. Su mente ya calculaba cuánto tiempo podría pagar la renta con sus ahorros. Adrián terminó de firmar unos documentos, guardó la pluma y finalmente la miró a los ojos. “Me han llegado algunos comentarios sobre ti”, comenzó. “Señor González, ¿puedo explicarlo?” “No necesitas explicar nada”, le interrumpió.

“No me interesan los chismes de pasillo, soy parpadeo, confundida.” “No me interesan. Lo que me interesa es entender quién eres realmente, soy López.” La pregunta la tomó por sorpresa. Esperaba acusaciones, un regaño, tal vez un despido elegante. No esperaba una pregunta tan directa y personal.

¿Cómo dice? Llegaste aquí descalza, convertiste una entrevista formal en una charla sobre tacos. Volviste nuestra impresora, una pieza de arte moderno en tu primer día. Y ahora das la mejor presentación que he visto en meses usando analogías de pastel, dijo él recostándose en la silla. ¿Quién eres realmente? Soy respiró hondo.

Si de todos modos la iban a despedir, al menos sería siendo honesta. Soy alguien que creció creyendo que no era lo suficientemente buena para lugares como este. Respondió despacio. Alguien que aprendió a reírse de sus errores porque llorar no resuelve nada. alguien que improvisa porque nunca tuvo el lujo de tener todo planeado. Adrián la observaba intensamente.

“Y soy alguien que trabaja duro porque sabe cuánto valen las oportunidades”, continuó. “Tal vez no tengo la formación de otras personas aquí, pero tengo algo que no se aprende en la universidad. Gratitud y muchas ganas de demostrar que la vida puede sorprenderte.” El silencio se extendió unos segundos.

Finalmente, Adriana sintió lentamente. Eso era lo que quería escuchar. Dijo, “¿Puedes irte?” Y Soy, sí, sigue siendo tú misma. Te está funcionando bastante bien. Soy salió de la oficina con una mezcla de alivio y confusión. No entendía del todo lo que acababa de pasar, pero sabía que había superado otra prueba. Y por primera vez desde que comenzaron los rumores, volvió a sonreír de verdad.

El lunes siguiente algo había cambiado en el aire. Soy notó que Adrián la miraba diferente, ya no con una simple curiosidad profesional, sino con algo que parecía un interés genuino. Y ella, para su propia sorpresa, comenzaba a verlo no solo como ese jefe intimidante, sino como un hombre que llevaba demasiado peso sobre los hombros.

La oportunidad de conocerlo mejor llegó de forma inesperada. Era tarde y Soy terminaba unos reportes cuando notó que Adrián seguía en su oficina con las luces encendidas. dudó un momento, luego tocó suavemente la puerta entreabierta. “Señor González, ¿puedo pasar?” Él levantó la vista de los papeles. Se le notaba cansado, más humano de lo habitual.

“¿Pas hoy? ¿Qué necesitas?” “En realidad traje café”, dijo ella entrando con dos tazas. Noté que siempre trabaja hasta muy tarde. Pensé que tal vez necesitaba un poco de cafeína. Adrián aceptó la taza con una sonrisa pequeña pero sincera. Gracias, muy amable de tu parte.

Soy se sentó en la silla frente a su escritorio, algo que normalmente no haría, pero había algo en la atmósfera que hacía innecesaria la formalidad. ¿Puedo preguntarle algo? Dijo ella tomando un sorbo de café. Siempre trabaja hasta tan tarde o está huyendo de algo? La pregunta lo tomó desprevenido. La miró por un largo momento, como evaluando cuánto quería revelar. Tal vez un poco de las dos cosas, admitió finalmente.

Una casa vacía no es muy atractiva después de un día lleno de decisiones difíciles. Entiendo. Debe ser pesado ser responsable por tanta gente, dijo Zoy con una comprensión genuina que lo sorprendió. Pero no es saludable aislarse así. Incluso yo, que vivo en un departamento de 15 m², prefiero estar ahí que en cualquier otro lugar. 15 m²? preguntó él genuinamente interesado. Sí, es bastante acogedor, río soy.

Cuando me despierto ya estoy en la cocina. Cuando voy al baño, paso por la sala. Es muy eficiente. Adrián rió una risa verdadera que iluminó su rostro. Tienes un don para encontrar el lado bueno de cualquier situación. Es cuestión de sobrevivencia.

Si no me riera de mis propias tragedias, ya sería estadística de depresión”, dijo ella y luego se quedó seria por un momento. “Pero usted no parece alguien que se ría mucho de sí mismo. Últimamente no hay mucho de qué reír”, admitió él mirando por la ventana. Desde que mi mamá murió hace dos años, parece que solo existen problemas que resolver, gente que impresionar, expectativas que cumplir.

La honestidad en su voz conmovió profundamente a Soy. Lamento mucho lo de su madre. dijo ella con suavidad. Debió ser muy difícil, ¿no fue. Ella era la única persona que me veía como Adrián, no como el CEO del grupo González, dijo él con la voz cargada de añoranza. Se reía de mis manías, me obligaba a comer, se quejaba cuando trabajaba de más. Parece que era una mujer sabia”, dijo Zoe.

“Y estoy segura de que no aprobaría que usted se escondiera en esta oficina todas las noches.” “Definitivamente no lo aprobaría,”, coincidió él con una sonrisa triste. “Diría Adrián, “La vida de monje no va contigo. Ve y vive. Soy imitó la voz de una señora mayor. Y cómete algo que no venga en una cajita de restaurante caro, mijito.

“Adrián soltó una carcajada, una risa fuerte y espontánea que ni él mismo esperaba. Exactamente. Hablaba justo así, dijo él aún riendo. ¿Cómo lo adivinaste? Todas las mamás mexicanas son iguales. La mía dice lo mismo, solo que sobre que debo buscarme a alguien decente en vez de solo estudiar y trabajar, dijo Soy haciendo comillas en el aire.

Según ella, voy a terminar como solterona, rodeada de gatos. ¿Y vas a terminar así? Bueno, aún no tengo gatos, así que todavía hay esperanza. Promeó ella. Reron juntos y por primera vez desde que se conocieron no había jerarquía entre ellos. Eran solo dos personas compartiendo café y confidencias. ¿Sabes soy? Dijo él tras unos segundos. Me recuerdas mucho a ella. Mi madre también tenía ese don de hacer los momentos pesados más ligeros.

Debió ser una mujer extraordinaria. lo era y tú también lo eres. Ese comentario creó un silencio cargado de significado. Soy sintió el corazón acelerarse, pero trató de mantener el tono ligero. Cuidado con esos alagos, señr González. Me voy a acostumbrar y le voy a pedir un aumento. Tal vez te lo mereces, dijo él con los ojos brillando.

Al día siguiente, Zoy llegó temprano a la oficina con energía renovada. La conversación con Adrián había creado una conexión inesperada y por primera vez se sentía realmente parte de la empresa. Fue entonces cuando lo vio. Vanessa salía discretamente de la sala del consejo cargando una carpeta marrón.

Eran las 7:30 de la mañana, muy temprano para reuniones. Vanessa miró nerviosamente a los lados y al ver a Zoy forzó una sonrisa incómoda. “Buenos días, Soy. ¿Llegando temprano hoy? Siempre llegó temprano, respondió Soy desconfiada. Y tú, reunión a esta hora solo organizando unos documentos”, dijo Vanessa con evasivas, apretando la carpeta contra el pecho.

Buen trabajo, Soy. La vio alejarse rápidamente y sintió un escalofrío. Algo no estaba bien. Dos días después, su intuición se confirmó. Isabel apareció en su escritorio con expresión seria. “Soy el señor González. Necesita hablar contigo ahora.” El tono de Isabel era diferente, más formal, más distante. Soy sintió que las piernas le temblaban mientras caminaba hacia la oficina de Adrián.

Él estaba de pie mirando por la ventana con las manos cruzadas en la espalda. Cuando se dio la vuelta, su expresión era sombría. Siéntate, Soy. Ella obedeció con el corazón latiendo con fuerza. El consejo recibió algunas acusaciones sobre ti, comenzó él con voz tensa. Acusaciones preocupantes. ¿Qué tipo de acusaciones? preguntó ella intentando mantenerse serena.

Alegan falta de competencia profesional, errores intencionados en documentos y hizo una pausa. Manipulación emocional hacia superiores. Soy sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. ¿Qué? Exclamó poniéndose de pie. Eso es absurdo. ¿Quién dijo esas cosas? Eso no importa ahora. Claro que importa. Lo interrumpió ella indignada.

Alguien está mintiendo sobre mí y tengo derecho a saber quién. Adrián la observó durante unos segundos. Había algo en su postura, en la forma en que se defendía, que confirmaba su confianza en ella. “Tienes razón en estar molesta”, dijo finalmente, “Porque no creo ni una palabra de eso. Soy parpadeo, confundida.

¿No lo cree? He trabajado contigo todos estos días. He visto tu dedicación, tu honestidad, tu talento natural”, dijo él acercándose. “Sé quién eres, Soy López, y tú no eres nada de lo que dice ese informe.” El alivio hizo que Soy volviera a sentarse con las piernas aún temblando.

Entonces, ¿por qué me llamó? Porque necesito que sepas que hay personas intentando perjudicarte y necesito que tengas más cuidado. Esa tarde, Adrián pidió que Vanessa fuera a su oficina. Soy, que estaba organizando archivos cerca, alcanzó a escuchar la conversación por la puerta entreabierta.

“Vanessa, recibí un dossier muy interesante sobre Soy López”, dijo él con la voz fría y controlada. “Me gustaría saber tu opinión sobre su contenido.” “Bueno, señor González”, respondió Vanessa fingiendo preocupación. Es difícil hablar de una compañera, pero algunas situaciones son preocupantes. ¿Qué situaciones? La forma en que ha destacado tan rápido errores que parecen intencionales y bueno, una cercaní apropiada con ciertos superiores.

El silencio que siguió fue gélido. Entiendo dijo Adrian finalmente. Y supongo que esas observaciones vinieron de ti. Yo solo reporté lo que vi. Lo que viste, Vanessa, fue a una empleada competente haciendo su trabajo de forma excepcional. Lo que reportaste fueron mentiras motivadas por envidia. Soy contuvo la respiración. Señor González, yo nunca, nunca más.

Le interrumpió él con voz cortante. Interfieras en el trabajo de otro empleado con chismes y acusaciones sin fundamento. ¿Me estás entendiendo? Perfectamente, respondió Vanessa con la voz temblorosa por la radia contenida. Cuando Vanessa salió de la oficina, pasó junto a Soy con una mirada que podría derretir metal. Era una mirada que decía, “Esto no se ha terminado.

“Soy sabía que había ganado una batalla, pero la guerra apenas comenzaba. La semana siguiente al enfrentamiento con Vanessa, Adrián llamó a Zoe a su oficina. Ella entró esperando otra conversación sobre rumores, pero él tenía algo completamente distinto en mente. “Necesito que me acompañes en un viaje de negocios”, dijo él sin rodeos.

“¿Un viaje?”, preguntó Soy parpadeando varias veces. “¿A dónde? a Nueva York. Tenemos una reunión crucial el jueves. El contrato con la empresa Sterling and Associates está prácticamente perdido y necesito a alguien que piense diferente para ayudarme a salvarlo. Soy se sentó lentamente en la silla. Señor González, con todo respeto, nunca he viajado por trabajo.

Apenas conozco bien el centro de la ciudad. ¿Estás seguro de que soy la persona indicada? Estoy completamente seguro, respondió él con firmeza. Tu presentación del proyecto Monterrey fue justo lo que necesitamos. Creativa, humana, convincente. A los estadounidenses les encantará. Pero Nueva York, murmuró ella nerviosa. No es demasiado grande para mí. Zoe, convertiste una entrevista de trabajo estando descalsa en un triunfo personal.

Creo que puedes manejar Nueva York. El martes, día del viaje, Zoe llegó al aeropuerto 2 horas antes de la hora acordada, cargando una maleta prestada por su vecina y un nerviosismo que se notaba a kilómetros. “Llegaste temprano”, observó Adrián cuando la encontró en la sala de espera. “Mejor temprano que tarde.

Mi mamá siempre decía, “La puntualidad es la elegancia de los pobres”, respondió ella, revisando por quinta vez si traía el pasaporte en la bolsa. El primer problema surgió en el checkin. Zoe había notado mal el número de la reserva y pasó 10 minutos tratando de convencer a la encargada de que realmente tenía un boleto. “Señorita, no encuentro su nombre en el sistema”, dijo la empleada con paciencia. “Tiene que estar.

“Mire, aquí está”, insistió Soy, mostrando una hoja completamente arrugada. “López, el OP es set.” Adrián se acercó y resolvió la situación en dos minutos, no sin que antes Soy sugiriera a la empleada que tal vez la computadora necesita lentes. “Perdón”, susurró ella Adrián mientras caminaban hacia la puerta de embarque. “Cuando me pongo nerviosa, me vuelvo comediante de cantina.

Ya me di cuenta,” dijo él, pero sonreía. El segundo problema ocurrió en el control de seguridad. Zo había olvidado una botella de agua en su bolso y pasó 5 minutos explicando al oficial que no era una bomba, era solo asto con gas. Porque el agua sin gas es triste. Siempre es así, preguntó un pasajero que iba detrás de ellos en la fila. Siempre, respondió Adrián, negando con la cabeza con una sonrisa apenas contenida.

Cuando por fin abordaron, Soe descubrió que nunca había volado en primera clase. Se quedó encantada con todo. El asiento que se convertía en cama, el menú sofisticado, las toallitas calientes. “Mire esto, Adrián”, dijo ella, olvidando por completo la formalidad. “Tienen cinco tipos de agua.” “Cinco. ¿Quién necesita cinco tipos de agua?” La gente que para por primera clase aparentemente, respondió él, divertido con su entusiasmo. Y mire este menú, tiene palabras en francés que ni sé pronunciar. ¿Qué es? Fue gras. Hígado de

ganszo. Soy una mueca. Qué asco. Voy a pedir el sándwich. Por lo menos sé lo que es. Durante el vuelo, mientras hoy dormía con la boca ligeramente abierta y la cabeza inclinada hacia un lado, Adrián la observó y pensó en cómo ella lograba transformar cualquier situación en algo especial. Había en ella una ligereza que él ya había olvidado que existía.

 En Nueva York, el tercer problema surgió al recoger el equipaje. Zoe tomó una maleta idéntica a la suya y solo se dio cuenta del error cuando intentó abrirla en el taxi. “Esta no es mi maleta”, dijo ella mirando la ropa masculina toda enorme. “A menos que haya desarrollado gusto por camisetas talla gigante durante el vuelo.

 ¿Cómo puedes cambiar tu maleta en el aeropuerto?”, preguntó Adrián. Incrédulo. Talento natural, sugirió ella, ya marcando al aeropuerto. Tardaron una hora en resolver el cambio, pero Soy convirtió la espera en una sesión de comentarios divertidos sobre los transeútes neoyorquinos. “Mira ese de allá”, dijo señalando discretamente, apuesto a que es que es crítico gastronómico.

 Tiene cara de escribir reseñas crueles sobre restaurantes que sirven hamburguesas con ingredientes que nadie puede pronunciar. Adrián rió dándose cuenta de que había olvidado por completo el estrés del viaje. A la mañana siguiente, día de la reunión importante, Soy se levantó temprano y pasó una hora preparándose. Cuando se encontraron en el lobby, Adrián la miró impresionado.

 Había logrado verse elegante sin perder su personalidad. ¿Lista para conquistar Nueva York? Preguntó él. lista para intentar no tropezarme en el primer escalón”, respondió ella respirando hondo. La reunión fue en la sede de Sterling and Associates, un edificio imponente de vidrio y acero que hizo que Zoe se sintiera diminuta. “Recuerda,”, dijo Adrián en elevador. “Sé tú misma.

 Eso fue lo que me convenció de traerte. La sala de juntas estaba llena de ejecutivos serios con trajes caros. Soy tragó saliva, pero cuando Adrián la presentó como su consultora creativa, decidió tomar el papel con confianza. La presentación fue sobre la expansión del grupo González en el mercado estadounidense.

 Zoe usó las mismas analogías simples que había usado en Monterrey, pero adaptadas para el público americano. ¿Conocen la historia de David y Goliat? Empezó sorprendiendo a todos. Pues bien, el grupo González es David, pequeño comparado con los gigantes americanos, pero con una piedra muy especial, autenticidad. Los ejecutivos se miraron entre ellos interesados.

 Mientras las grandes corporaciones ofrecen productos estandarizados, nosotros ofrecemos productos con alma. Es la diferencia entre comer en un restaurante de comida rápida y comer en casa de tu abuela”, continuó gesticulando con entusiasmo. Una ejecutiva sonrió. Adrián respiró aliviado. Nuestro valor no es ser más grandes o más baratos, es ser más humanos. Y eso, señores, no se fabrica en masa, concluyó Soy.

 La presentación fue un éxito total. A los americanos les encantó su enfoque directo y cálido. El contrato, que ya se daba por perdido, se firmó en el acto. Excelente trabajo, soy dijo Adriana al salir de la reunión. Estuviste brillante, ¿de verdad?, preguntó ella con los ojos brillando de alegría. Pensé que exageré con la parte de la abuela. Fue perfecto. Les encantaste.

 Esa noche, al llegar al hotel, descubrieron que había un error en la reservación. Solo quedaba una habitación disponible. Con dos camas, preguntó Adrián al recepcionista. Una cama matrimonial, señor, es todo lo que tenemos. Zo y Adrián se miraron. El ambiente se volvió tenso de inmediato. ¿Puedo dormir en el sofá? ofreció él rápidamente.

No sea ridículo. La cama es lo suficientemente grande para dos adultos civilizados, dijo ella intentando sonar tranquila. Pero al llegar al cuarto y ver la cama Tamaño King ocupando casi todo el espacio, ambos supieron que la situación no era tan simple como parecía.

 “Voy a bañarme primero”, dijo Zoy de inmediato, desapareciendo en el baño. Cuando salió, Adrián estaba en el balcón mirando la ciudad. Ella se acercó usando un pijama sencillo que la hacía ver vulnerable y bonita a la vez. “Hermosa vista”, comentó ella deteniéndose a su lado. “Sí lo es”, respondió él, pero no estaba mirando la ciudad. Conversaron durante horas sobre todo y sobre nada, sobre sus infancias, sus miedos, sus sueños.

 El aire entre ellos estaba cargado de una tensión que ya no podía ignorarse. “Soy”, dijo él suavemente girándose hacia ella. Ella levantó la vista con el corazón acelerado. Adrián se acercó despacio dándole tiempo para alejarse, pero ella no lo hizo. Sus rostros estaban a centímetros y podía sentir su respiración.

 Justo cuando él estaba a punto de besarla, Soy se apartó bruscamente. “Perdón”, dijo confundida. “Yo no puedo.” No, así no aquí. Adrián lo observó un largo momento, luego asintió con comprensión. “Lo entiendo”, dijo con amabilidad. “No quiero que te sientas presionada.” No es eso, dijo ella rápidamente. Es solo que esto lo complica todo.

 Mi trabajo, nuestra relación profesional. Soy, mírame, le pidió. Esto ya está complicado y ya no es solo profesional. Ella lo miró a los ojos y supo que tenía razón, pero el miedo fue más fuerte. Necesitamos dormir, dijo ella entrando al cuarto. Mañana tenemos el vuelo temprano. Esa noche durmieron cada uno de un lado de la cama, fingiendo dormir, pero sabiendo que algo había cambiado entre ellos.

 El ambiente ya no podía negarse. De regreso a la oficina en el grupo González, la atmósfera entre Soy y Adrián había cambiado por completo. Lo que casi ocurrió en Nueva York flotaba en el aire como una nube cargada, creando una tensión que ambos intentaban fingir que no existía.

 Sui llegó el lunes decidida a mantener una distancia profesional. saludó a Adrián con formalidad cuando pasó por su escritorio. Evitó el contacto visual directo y respondió a sus preguntas de forma objetiva y breve. “Buenos días, señor González”, dijo ella cuando él se acercó a pedir unos reportes.

 “Buenos días, soy”, respondió él notando de inmediato la frialdad. “¿Los números de Nueva York están listos?” “Sí, señor, están en su escritorio.” dijo ella sin levantar la vista de la computadora. Adrián dudó por un momento, como si quisiera decir algo más, pero solo asintió y se alejó. Pero las buenas intenciones de Soy duraron exactamente hasta la hora del almuerzo.

 Cuando Adrián pasó junto a su escritorio cargando una pila enorme de carpetas que claramente iba a caer en cualquier momento, ella no pudo resistirse. Cuidado con la comenzó a decir, pero ya era tarde. Las carpetas se desplomaron al suelo, esparciendo papeles por todas partes.

 Caída! Terminó ella levantándose para ayudar. Gracias por el aviso tan oportuno”, dijo él irónicamente, agachándose para recoger los documentos. “De nada. Siempre es un gusto ayudar después de que la tragedia ya ocurrió”, respondió ella, juntando papeles junto a él. Cuando ambos se agacharon para recoger el mismo documento, sus manos se tocaron.

 Por un segundo se quedaron ahí mirándose con el recuerdo del casi beso en Nueva York resonando entre ellos. “Yo,” empezó Adrián. “Reporte del proyecto Veracruz.” interrumpió ella rápidamente, entregándole el papel y alejándose. Pero Roberto, que pasaba por el pasillo, notó el momento. “Minteresante”, murmuró para sí mismo.

 Vanessesa, que observaba todo desde lejos como un buitre esperando su oportunidad, sonrió maliciosamente. Había encontrado su munición. Durante el resto de la semana, las miradas los traicionaban constantemente. Zoe intentaba concentrarse en el trabajo, pero notaba cuando Adrián la observaba a través de la puerta de vidrio de su oficina.

 Él intentaba mantener la formalidad, pero sus ojos se quedaban en ella más de lo necesario. “Estás rara”, observó Carla el jueves, tensa. “¿Pasó algo en Nueva York?” Nada importante mintió hoy. Solo cansancio por el viaje. El cansancio no explica por qué evitas mirar hacia la oficina del jefe. Soy suspiro. Carla la conocía demasiado bien. Es complicado, Carla.

Complicado. ¿Cómo? ¿Complicado? Tipo, no puedo hablar del tema sin sonar como una adolescente tonta. Fue en ese momento cuando Vanessa apareció como siempre en el momento menos oportuno. Chicas, ¿puedo interrumpir? Dijo con falsa dulzura. Soy Escuché que el viaje a Nueva York fue muy productivo. Sí, lo fue.

 Cerramos un contrato importante, respondió Soy con cautela. Qué maravilla. Debe ser gratificante tener esa cercanía especial con el jefe, continuó Vanessa, enfatizando la palabra cercanía. No todos tenemos esa suerte. Carla frunció el ceño notando el veneno detrás de las palabras. ¿Qué estás insinuando, Vanessa? preguntó directamente.

 “Nada grave, solo observando como algunas personas progresan muy rápido en la empresa”, dijo Vanessa sonriendo, especialmente cuando viajan solas con el CO. Soy sintió que la sangre le hervía. “Si tienes algo que decir, dilo claro.” “Ay, querida, no tengo que decir nada. La gente no es ciega”, respondió Vanessa, alejándose con una sonrisa victoriosa.

 Durante el almuerzo, Soy notó las miradas, susurros que se detenían cuando ella pasaba, sonrisas que no llegaban a los ojos. Vanessa había plantado su semilla de duda y estaba germinando rápido. “¿Es idea mía o todos me están mirando raro?”, preguntó Roberto. “Bueno,” dudó él, “Hay algunos comentarios circulando por ahí. ¿Qué tipo de comentarios sobre tío jefe? sobre el viaje, sobre cercanía excesiva.

Soy cerró los ojos sintiendo que la jaqueca comenzaba. Por supuesto, la situación explotó el viernes durante la reunión mensual de todo el equipo. Vanessa, con su habilidad natural para generar problemas, hizo un comentario aparentemente inocente.

 “Es interesante como algunos empleados logran acceso especial a proyectos importantes”, dijo mirando directamente a Zoe. “Me pregunto qué criterios se usan para esas elecciones.” Un silencio incómodo se apoderó de la sala. Todos sabían exactamente a quién iba dirigido el comentario. Fue entonces cuando Adrián, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino.

 Ya que surgió el tema, dijo poniéndose de pie, quiero aclarar algo para todos. Soy López ha ganado su lugar en esta empresa por su talento, dedicación y competencia. Cualquier insinuación contraria no solo es incorrecta, sino también una falta de respeto. La sala quedó en absoluto silencio. Vanessa palideció. Soy sintió que el rostro se le encendía. El viaje a Nueva York fue un éxito gracias al trabajo excepcional de ella.

 “El contrato que cerramos fue resultado de la presentación brillante que hizo”, continuó Adrián con voz firme y autoritaria. “Espero que eso aclare cualquier duda sobre los criterios de selección.” Cuando la reunión terminó, Soy salió rápidamente, pero Adrián la alcanzó en el pasillo. “¿S por qué hiciste eso?”, preguntó ella girándose para enfrentarlo.

 Ahora los rumores van a empeorar. No me importan los rumores. No voy a permitir que nadie cuestione tu competencia. Pero ahora todos van a estar seguros de que hay algo entre nosotros, dijo ella frustrada. ¿Y lo hay? Preguntó él directamente. La pregunta la tomó desprevenida.

 lo miró a los ojos viendo la vulnerabilidad detrás de su flachada de Cío. “Adrián, perdón”, dijo él pasándose la mano por el cabello. “No debí preguntarlo.” “No aquí no es por el lugar”, dijo ella suavemente. “Es por las consecuencias. Tú puedes defender a un empleado cuestionado, pero yo soy esa empleada. Si esto sale mal, no va a salir mal. ¿Cómo puedes estar tan seguro?” Él la miró por un largo momento y entonces dijo algo que la dejó sin palabras.

Porque tú me haces querer ser diferente, mejor, más humano. Soy sintió que el corazón le latía con fuerza. ¿Qué significa eso? Significa que desde que llegaste aquí, descalza y decidida, todo cambió. Yo cambié y ya no puedo fingir que esto es solo profesional. Adrián, susurró ella. No tienes que decir nada ahora la interrumpió con suavidad.

 Solo quiero que sepas que no me arrepiento de haberte defendido y no me arrepiento de lo que casi pasó en Nueva York. Soy se quedó ahí viéndolo alejarse, dándose cuenta de que estaba envuelta en algo mucho más grande de lo que había imaginado. Ya no era solo una cuestión de trabajo o de carrera, era una cuestión de corazón.

 Y por primera vez desde que llegó al grupo González, no sabía cuál sería su próximo paso. Más tarde, sola en su escritorio, Z reflexionaba sobre las palabras de él. Tú me haces querer ser diferente. Nadie le había dicho algo así antes. Nadie le había hecho sentir que podía transformar a alguien solo por ser quién era.

 Miró hacia su oficina a través del muro de vidrio y lo vio trabajando concentrado, aunque de vez en cuando levantaba la vista en su dirección. Cuando sus miradas se encontraron, ninguno desvió la vista y Zoe supo que ya no había vuelta atrás. El lunes siguiente, después de la conversación en el pasillo, Adrián apareció en el escritorio de Zoy con una expresión que ella aún no podía descifrar del todo.

 “Soy, necesito hablar contigo”, dijo él con las manos en los bolsillos. Si es por los reportes de Guadalajara, ya casi están listos, respondió ella rápidamente, intentando enfocarse en el trabajo. No es por los reportes, es sobre la fiesta anual de la empresa. Soy levantó la vista curiosa. Había escuchado hablar de la famosa fiesta del grupo González, un evento elegante que se celebraba cada año en un hotel de cinco estrellas.

 ¿Qué pasa con la fiesta? Quisiera que me acompañaras, dijo él directo, pero con un leve nerviosismo en la voz. Soy parpadeo varias veces procesando la invitación. Como tú asistente, como mi acompañante, aclaró él mirándola directamente a los ojos. Su corazón se aceleró. Una invitación oficial delante de toda la empresa sería prácticamente una declaración pública.

 Adrián, ¿estás seguro? Después de todo lo que pasó con los rumores? Estoy absolutamente seguro. La pregunta es, ¿tú lo estás? Soy lo miró por un largo momento. Sabía que aceptar cambiaría todo, pero mirando a ese hombre que había transformado su vida por completo, comprendió que ya no podía imaginarse diciéndole que no. Está bien, dijo finalmente. Acepto.

 La sonrisa que él le dio fue como ver salir el sol. Perfecto. Es este sábado a las 8 de la noche. Cuando él se alejó, Carla apareció de inmediato al lado del escritorio de Soy. Acaba de pasar lo que creo que acaba de pasar. Creo que sí, respondió Soy, todavía un poco aturdida. Chica, ¿sabes lo que eso significa, verdad? Que voy a tener que conseguir un vestido que no sea del bazar de la esquina. El sábado por la noche, Soy estaba más nerviosa que nunca.

 Había conseguido un vestido prestado de su prima, unos zapatos prestados de la vecina y un maquillaje hecho por la estilista del barrio, que insistió en dejarla glamurosa para conquistar al patrón. Cuando llegó al hotel, Adrián ya la esperaba en la entrada. Él estaba impecable en un smoking, pero cuando la vio, su expresión cambió por completo.

Soy Estás preciosa gracias, dijo ella acomodándose el vestido con nerviosismo. Espero que los tacones aguanten toda la noche. Ya he tenido experiencias traumáticas con zapatos en eventos importantes. Si se rompen, prometo que esta vez te ayudaré en vez de hacer comentarios sarcásticos, promeó él, ofreciéndole el brazo. ¡Qué caballero!”, rió ella aceptando su brazo.

 La fiesta estaba deslumbrante, luces suaves, música en vivo, empleados elegantemente vestidos, circulando con copas de champaña. Soy se sentía como si hubiera entrado a una película. “Esto es increíble”, comentó observando todo maravillada. “Así es como se divierten ustedes los ricos.

” “Por lo general es más aburrido, admitió Adrián, pero hoy es diferente.” ¿Por qué? Porque tú estás aquí. Durante la primera hora, todo marchó bien. Soy conversó con compañeros, recibió elogios por su vestido y logró mantenerse elegante a pesar de los nervios, fue cuando la música cambió a algo más animado que ocurrió la tragedia anunciada.

 Soy caminaba hacia el buffet cuando su tacón se atoró en la alfombra. Intentó mantener el equilibrio, dio dos pasos tambaleantes y terminó tropezando justo frente a la mesa de bocadillos. “Ay, no!”, gritó intentando sostenerse, pero ya era tarde. El tacón se rompió con un chasquido audible. Varias personas se voltearon a mirar.

 Otra vez no, murmuró quitándose el zapato roto y mirándolo con desesperación. Zoe, ¿estás bien?, preguntó Roberto acercándose. Estoy perfecta. Aparentemente tengo el donatural de romper zapatos en eventos importantes respondió levantando el tacón roto. ¿Alguien conoce a un zapatero que atiende a emergencias nocturnas? Las personas alrededor comenzaron a reír, no de forma cruel, sino divertidas con la forma en que ella manejaba la situación.

 “Pueno, al menos esta vez estoy en un lugar cerrado. La última fue en la calle”, continuó ella arrancando más risas. Adrián se acercó intentando ocultar la sonrisa. “¿Necesitas ayuda? A menos que tengas pegamento instantáneo en la cartera, creo que terminaré la fiesta cojeando,” respondió. “O descalza.” Ya funcionó antes. Sugirió él, guiñando un ojo. “Ja ja.” Muy gracioso”, dijo ella, pero también reía.

La pista de baile se abrió y la banda comenzó a tocar música bailable. Soy observaba las parejas elegantes danzando con perfecta coordinación. “Debe ser lindo saber bailar bien”, comentó a Carla. “¿Por qué no lo intentas?”, sugirió su amiga con un pie descalzo. “Creo que ya causé suficiente alboroto por esta noche.

” Fue entonces cuando Adrián apareció a su lado. “¿Me concedes esta pieza?” Soy lo miró sorprendida. Adrián, no sé bailar y estoy con un pie descalzo. Te voy a pisar esos zapatos caros. Riesgo que estoy dispuesto a correr, dijo él extendiendo la mano.

 ¿Estás seguro? Porque cuando digo que no sé bailar, no es falsa modestia, es la pura verdad, advirtió ella. Confío en ti. Grave error, crió, pero aceptó su mano. Lo que siguió fue al mismo tiempo desastroso y encantador. Zoey realmente no sabía bailar. Pisó su pie tres veces en los primeros 30 segundos. confundió los pasos y en un momento giró hacia el lado equivocado.

 “Perdón”, dijo, “te dije que era un riesgo.” “Está siendo perfecto”, respondió él riendo cuando casi lo hizo tropezar. “Perfecto. Acabo de romper con la tradición de elegancia de esta fiesta. Exacto. Finalmente, algo interesante pasa aquí. Las demás parejas en la pista empezaron a prestar atención, no en juicio, sino con sonrisas.

 La espontaneidad de Zoe era contagiosa. “Creo que estamos llamando la atención”, observó ella. “Pues que llamemos”, dijo él girándola torpemente. “¿Te estás divirtiendo?” “Más de lo que imaginé”, admitió. Cuando la música se volvió más lenta, Adrián la acercó. De pronto, los pasos incorrectos ya no importaban.

 Se movían despacio, mirándose a los ojos, y el resto de la fiesta desaparecía. “¿Soe?”, dijo él en voz baja. Mmm, gracias por aceptar venir conmigo. Gracias por invitarme a pesar de saber que iba a romper algo, especialmente por eso, la canción terminó, pero ellos siguieron allí cerca mirándose. El momento estaba lleno de todo lo que no habían dicho.

 “Creo que deberíamos irnos”, dijo ella finalmente, notando que los estaban mirando. “Claro.” Adrián tomó su abrigo y salieron juntos del salón. En la entrada del hotel, mientras esperaban su coche, guardaron silencio. Pero era un silencio distinto. Cargado, inevitable. Soy dijo él al fin, girándose hacia ella.

 Ella levantó la mirada con el corazón acelerado. Sabía lo que estaba a punto de pasar y por primera vez no quiso alejarse. Adrián se acercó lentamente, dándole tiempo para alejarse si quería, pero ella no lo hizo. Cuando él la besó fue suave, cuidadoso, como si ella fuera algo valioso.

 Zo se quedó en shock por una fracción de segundo, luego se permitió relajarse. El beso se profundizó y sintió que el mundo dejaba de girar. Cuando se separaron, quedaron allí uno junto al otro, respirando con dificultad. “Au”, susurró ella. “¡Guau!”, coincidió él sonriendo. “Y ahora, ahora”, dijo él pesándola suavemente en la frente.

 “Ahora admitimos que ya no es solo tensión. ¿Y entonces qué es? Es algo mucho más grande, mucho más aterrador y mucho más real.” Zoy lo miró a los ojos y supo que tenía razón. Lo que había entre ellos había cruzado cualquier línea profesional desde hacía mucho tiempo. Cuando llegó su taxi, Adrián la ayudó a subir. Buenas noches, soy. Buenas noches, Adrián.

Mientras el coche se alejaba, ella tocó sus labios aún sintiendo el sabor del beso. Todo había cambiado definitivamente. Ya no era solo atracción ni tensión profesional, era amor. Y los dos lo sabían. El lunes después de la fiesta, Zoe llegó a la oficina con una mezcla de nervios y expectativa.

El beso lo había cambiado todo y no sabía exactamente cómo actuar frente a los compañeros. Sería demasiado obvio. ¿Actuaría Adrián diferente? Sus dudas se disiparon cuando él pasó por su escritorio por la mañana. Buenos días, Zoe, dijo con naturalidad, pero había un brillo distinto en sus ojos.

Buenos días, señor González”, respondió ella tratando de sonar profesional, aunque se sonrojó un poco. “Necesito que revises estos contratos”, dijo él dejando una carpeta en su escritorio. “Y tal vez podríamos hablar de los detalles durante el almuerzo. Fuera de la oficina.” El corazón de ella se aceleró. Claro, los asuntos siempre se discuten mejor con calma. Exacto.

Asuntos contractuales, repitió él con una media sonrisa que la hizo derretirse. El primer almuerzo juntos fue en una pequeña fonda mexicana lejos de la empresa. Soy eligió el lugar a propósito. “Espero que no te moleste comer tacos callejeros en lugar de restaurante francés”, dijo ella al sentarse. “Lo prefiero.

“Comida honesta”, respondió Adrián probando un taco de carnitas. Está delicioso. Mi mamá estaría orgullosa. Siempre dice que la comida buena se hace con amor y condimentos, no con precios altos. Dijo Soe relajándose al verlo disfrutar genuinamente la comida sencilla. Tu mamá parece una mujer sabia. Lo es y muy curiosa. Ayer me preguntó por qué llegué a casa sonriendo como tonta.

Contó ella, riendo. Tuve que inventarle que me dieron un ascenso. Técnicamente lo tuviste, promeó él. ascenso de asistente. A bueno, todavía estamos definiendo el puesto. Ah, ahora soy un puesto indefinido. Lo provocó. Qué romántico. La intimidad fue creciendo naturalmente en las semanas siguientes.

Almuerzos discretos, largas charlas después del trabajo, mensajes que empezaron formales y se volvieron cada vez más personales. Una tarde, Adrián la invitó a cenar en su casa. ¿En tu casa?, preguntó ella nerviosa. Eso no es un poco demasiado serio, Zoe. Nos besamos frente al hotel más lujoso de la ciudad. Creo que ya pasamos la fase del no es serio dijo él divertido.

Tienes razón, pero solo voy si prometes no intentar impresionarme con champán de hace dos años. Lo prometo. De hecho, estaba pensando en pedir pizza. Así si hablas mi idioma. La casa de Adrián era exactamente como soy la había imaginado, moderna, ordenada, elegante y completamente sin personalidad. “Gow”, dijo ella mirando alrededor.

“Parece un catálogo de revista de decoración. Solo faltan las etiquetas de precio en los muebles.” “Gracias”, dijo él sin saber si era un cumplido. “No era un cumplido,”, aclaró ella tomando una foto enmarcada de la mesa. “¿Quién es esta señora tan linda?” “Mi mamá.” Parece que fue una persona muy cálida.

A esta casa le hacen falta personas como ella. Coma, Soy hizo un gesto señalando todo el ambiente. Todo aquí es perfecto, perfectamente frío. ¿Dónde están los desórdenes? ¿Las marcas de uso? Los recuerdos regados por la casa. Tengo gente que limpia todo. Adrián. Una cosa es limpiar, otra muy distinta es vivir. Dijo ella sentándose en el sofá impecable. Este cojín nunca fue abrazado viendo una película triste.

Esta mesa nunca tuvo marcas de tazas de café tomadas con prisa. ¿Dónde vives tú realmente en esta casa? La pregunta lo tomó desprevenido. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que ella tenía razón en la oficina principalmente. Eso es muy triste, dijo ella con suavidad. Tu mamá se enojaría contigo. Probablemente. Siempre decía que una casa sin desorden es una casa sin vida.

Mujer inteligente. Ven, enséñame tu cocina. Te voy a enseñar a vivir un poquito. Pasaron la noche cocinando juntos. Soy transformó la cocina impecable en una zona de guerra culinaria enseñándole a Adrián a hacer quesadillas de verdad. No, así no, río ella quitándole la cuchara.

Estás tratando al queso como si fuera una negociación de negocios. Sé cariñoso. Cariñoso con el queso, cariñoso con todo. La comida siente cuando no le tienes pasión, dijo ella exagerando dramáticamente. Eso ya te lo estás inventando. Puede ser, pero funciona. Mira, dijo ella probando la quesadilla perfecta con amor y condimento.

Sentados en el suelo de la sala comiendo quesadillas y tomando cerveza, Adrián se dio cuenta de que era la primera vez que su casa se sentía como un hogar. Gracias”, dijo de repente. “¿Por qué?” “Por recordarme cómo se vive. Hacía mucho que lo había olvidado.

“Para eso están las personas que amamos”, dijo ella y luego se detuvo dándose cuenta de lo que acababa de decir. “O sea, ¿me amas?”, preguntó él en voz baja. Soy lo miró a los ojos y decidió ser honesta. “Sí, te amo. Aunque seas un sí o controlador y tengas una casa que parece sala de exhibición. Yo también te amo”, respondió él besándola. Aunque seas un huracán que destruye todo a su paso.

Oye, no destruyo todo, solo zapatos e impresoras. Pero no todo eran momentos románticos a escondidas. Vanessa ya había notado las ausencias de Zoe a la hora del almuerzo, los mensajes discretos en el celular, las sonrisas que no podía ocultar. Durante una semana entera, Vanessa la observó como detective.

Vio como Soe salía 5 minutos después que Adrián notó que ambos regresaban del almuerzo casi al mismo tiempo, pero desde distintas direcciones. Vio como evitaban mirarse en las reuniones, lo cual irónicamente los delataba por completo. El jueves, Vanessa decidió seguir a Zoe. La vio entrar al pequeño café donde siempre se encontraba con Adrián.

tomó fotos discretas desde la ventana, ellos riendo, él tomándole la mano, el momento en que se despidieron con un beso rápido. “Te tengo”, murmuró con una sonrisa maliciosa. El viernes por la mañana, Soy llegó a la oficina con el ánimo por las nubes después de otra noche en casa de Adrián, donde vieron una película abrazados en el sofá que por fin empezaba a parecer usado.

Entonces lo vio, un sobre blanco sobre su escritorio sin remitente, sin ningún nombre. lo abrió con curiosidad y casi dejó caer todo al suelo. Había tres fotos. Ella y Adrián en el café tomados de la mano. Ella y Adrián besándose en la puerta del restaurante. Ella y Adrián saliendo juntos del edificio donde él vivía. Y una nota escrita en mayúsculas.

Descubrí tu secretito. Soy sintió que el mundo daba vueltas. Miró alrededor tratando de identificar quién podría haber dejado eso ahí. Vanessa estaba en su lugar fingiendo trabajar con una sonrisita satisfecha en los labios. Carla, susurró. ¿Qué pasa? ¿Estás pálida? Soy le mostró discretamente las fotos. Carla abrió los ojos como platos.

Dios mío, ¿quién hizo esto? Creo que ya sabemos quién, dijo Soy mirando hacia Vanessa. ¿Qué vas a hacer? No sé, admitió Zoy, guardando las fotos rápidamente al ver que Adrián se acercaba. Buenos días, saludó él, pero notó de inmediato que algo andaba mal. ¿Estás bien? Perfectamente, mintió ella forzando una sonrisa. Solo un poco cansada.

Adrián la miró con preocupación, pero no insistió frente a los demás. El resto del día Zoe no logró concentrarse. Las fotos quemaban dentro de su bolsa como si fueran pruebas de un delito. Sabía que quien las había tomado no planeaba hacer nada bueno con ellas. Por la tarde, cuando Adrián intentó invitarla a tomar café, ella se negó por primera vez en semanas.

“Tengo mucho trabajo”, dijo evitando mirarlo a los ojos. “Soy ¿Qué está pasando? Nada, solo necesito concentrarme hoy. Él notó que algo había cambiado drásticamente. La mujer alegre de la mañana ahora era alguien tensa y distante. Cuando todos se fueron, Adrián fue hasta su escritorio. Ahora sí, dime qué está pasando y no me salgas con que tienes mucho trabajo. Soy miró a su alrededor asegurándose de que estaban solos.

Luego sacó las fotos de su bolsa. Pasó esto. Adrián examinó las fotos. Su expresión se volvió cada vez más seria. ¿Quién hizo esto? No lo sé con certeza, pero tengo una sospecha muy fuerte. Vanessa, probablemente. ¿Y ahora qué hacemos? Adrián guardó las fotos y la miró con firmeza. Ahora enfrentamos esto juntos.

No dejaré que nadie use nuestra relación contra ti. Adrián, ¿no entiendes? Si esto se hace público, si se hace público, lo enfrentaremos juntos. Soy lo miró con una mezcla de amor y miedo. Sabía que a partir de ese momento ya no sería posible mantener la relación en secreto.

El lunes por la mañana, Soy llegó a la oficina esperando un día de trabajo normal, pero notó de inmediato que algo era diferente. Las miradas que recibió en el elevador eran más intensas de lo normal. Las conversaciones se detenían cuando ella pasaba por los pasillos. Buenos días, Carla, saludó a su amiga tratando de ignorar la incomodidad. Carla la miró con una expresión de pena y preocupación. Soy no lo has visto. Ver qué. Carla le mostró discretamente el celular.

En el grupo interno de empleados de la empresa, las fotos estaban circulando, las mismas que Zoy había recibido en el sobre, ahora compartidas con todos. “Dios mío”, susurró Zoy, sintiendo que la sangre se le lava. “¿Cómo pasó esto? Aparecieron esta mañana. Alguien las envió a varias personas al mismo tiempo. Soy miró a su alrededor y notó que efectivamente todos lo observaban.

Algunos con curiosidad, otros con juicio y unos pocos con algo de solidaridad. “Vaneta tiene cara de que se comió un canario”, comentó Carla en voz baja. En efecto, Vanessa estaba en su escritorio con una sonrisa satisfecha, fingiendo trabajar, pero claramente observando las reacciones de los demás a las fotos. Tengo que hablar con Adrián, dijo Zoi.

Pero al voltear hacia la oficina de él, vio que había varias personas importantes dentro, hombres con traje que reconoció como miembros del consejo. “Creo que él ya lo sabe”, dijo Carla con tristeza. El día se volvió una pesadilla.

Zoe intentó seguir trabajando como si nada, pero sentía constantemente las miradas sobre ella. En el baño escuchó a dos compañeras comentando. “Siempre me pareció raro que subiera tan rápido.” “Sí. Ahora todo tiene sentido. Cuando la vieron, se callaron de inmediato y salieron apenadas. A la hora de la comida, Soe ni siquiera pudo comer.

Se sentó sola en la cafetería, moviendo la comida en el plato cuando Roberto se acercó. ¿Puedo sentarme? Claro. Respondió ella, agradecida de que alguien no la evitara. ¿Estás bien? Definir bien, dijo ella con un humor forzado. Si bien es sentirse como un animal en el zoológico, entonces estoy perfecta. La gente va a olvidar. Siempre lo hacen, Roberto. O las fotos no se olvidan, se quedan ahí para siempre, recordándole a todos que Soy López consiguió el trabajo porque andaba besándose con el jefe. “Tú sabes que no es cierto. Yo lo sé. Tú lo sabes.

“Pero ellos”, dijo ella señalando la cafetería. “Para ellos soy solo otra que que intentó subir en la vida por otros medios.” Por la tarde la situación empeoró. Adrián fue llamado a una reunión extraordinaria del consejo. Soy lo vio a través de las paredes de vidrio, seis hombres serios discutiendo intensamente y Adrián en el centro claramente siendo cuestionado. Esto no pinta nada bien, murmuró para sí.

A las 5 de la tarde, todos los empleados fueron convocados a una reunión general. Zoy entró al auditorio sintiendo que caminaba hacia su propia ejecución. Adrián estaba en el escenario junto con el presidente del consejo, el señor Ramírez. Su expresión era seria, pero decidida. Empleados de González Group, comenzó el señor Ramírez, hemos sido informados de ciertas irregularidades que deben aclararse.

Soy deseaba desaparecer. Sabía que se trataba de ella. Los temas de conducta profesional se toman muy en serio en esta empresa continuó Ramírez. Las relaciones entre superiores y subordinados pueden comprometer la integridad de nuestras operaciones. Entonces Adrián dio un paso al frente. ¿Puedo hablar? Dijo sin esperar respuesta.

He escuchado rumores, he visto fotos circulando y creo que ya es hora de aclarar las cosas. El auditorio quedó en absoluto silencio. “Soy López es más que una empleada para mí”, dijo mirando directamente hacia ella, entre el público. Es alguien a quien admiro profundamente, a quien respeto muchísimo y sí, a quien amo.

Un murmullo recorrió la sala. Soy sintió como le subían las lágrimas a los ojos. Ella obtuvo su trabajo por mérito propio. En una entrevista en la que ni siquiera sabía su nombre, continuó Adrián. avanzó gracias a su competencia, creatividad y esfuerzo. Nuestra relación personal es consecuencia de eso, no la causa. El señor Ramírez se veía incómodo. “Señor González, este no es el momento.

Este es exactamente el momento, interrumpió Adrián. No voy a permitir que la reputación de una empleada ejemplar se manche por chismes e inseguridades. Entre el público, Vanessa estaba pálida. No esperaba que Adrián asumiera la relación públicamente. Quien haya tomado esas fotos continúa él, quien las haya distribuido, lo hizo con mala intención y eso, eso sí es una conducta inapropiada. Adrián miró directamente a Vanessa.

De hecho, sería interesante investigar quién tuvo acceso a esas imágenes originalmente. Estoy seguro de que nuestro departamento de sistemas puede rastrear el origen. Vanessa se levantó bruscamente y salió del auditorio. Para Soy. Eso fue una confesión. El consejo puede cuestionar mi conducta, finalizó Adrián.

Incluso pueden apartarme del cargo si lo consideran necesario, pero no voy a negar lo que siento ni permitir que una persona íntegra sea perjudicada por ello. La reunión terminó en un silencio tenso. Algunas personas aplaudieron discretamente, otras salieron moviendo la cabeza. Cuando Soy intentó acercarse a Adrián, el señor Ramírez lo interceptó. Necesitamos hablar ahora”, dijo con tono cortante.

Soy se quedó parada viendo cómo se lo llevaban a otra sala rodeado por los hombres serios del consejo. Carla se le acercó. Eso fue intenso. Eso fue él tirando su carrera por mí, dijo Soy con la voz quebrada. Soy él te ama. Fue obvio y por eso mismo lo va a perder todo. El consejo no va a tolerar que un sí o provoque un escándalo dijo ella. Y por fin las lágrimas empezaron a caer.

Durante las siguientes dos horas, Adrián estuvo encerrado en la sala con el consejo. So esperó en la oficina, incapaz de irse sin saber qué estaba pasando. Cuando finalmente salió, se veía cansado y abatido. ¿Cómo te fue?, preguntó ella con ansiedad. Complicado. Estoy suspendido hasta nuevo aviso.

Van a evaluar la situación, dijo haciendo comillas en el aire. Adrián, lo siento mucho. Todo esto es culpa mía. No es tu culpa. Es culpa de quien difundió las fotos y mía por no haberte protegido mejor. Tú me protegiste más de lo que merecía. Tú mereces todo, dijo él sosteniéndole el rostro entre las manos. Y no me arrepiento de nada de lo que dije. Esa noche hoy llegó a casa devastada. Llamó a su mamá.

Necesitaba desahogarse. Mamá, creo que arruiné todo. Cuéntame qué pasó, mija. Soy le contó toda la historia. El trabajo, Adrián, la relación, las fotos, el escándalo y ahora él puede perder su empleo por mi culpa. Terminó llorando. Soy López, dijo su mamá firmemente. Ese hombre peleó por ti delante de todos.

Eso no es poca cosa, pero ahora, ahora tú tienes que decidir si vale la pena luchar por él también. A la mañana siguiente, Soy despertó con una decisión tomada. No podía quedarse en González Group sabiendo que su presencia ponía en riesgo a Adrián. No podía ver como él perdía todo por su culpa. Escribió una carta de renuncia sencilla y la dejó en el escritorio de Isabel.

Luego tomó sus pocas pertenencias y salió del edificio sin mirar atrás. Cuando Adrián llegó unas horas después para recoger sus propias cosas, encontró solo la carta. Adrián, gracias por defenderme, pero no puedo ser la causa de tu caída. Necesito desaparecer para que puedas reconstruir tu carrera. No intentes buscarme.

Fue real mientras duró. Con amor soy. Adriana rugó la carta con el corazón hecho pedazos. Había perdido su empleo y ahora también a la mujer que amaba. Vanessa, observando desde lejos, sonríó satisfecha. Su plan había funcionado perfectamente. Durante dos semanas, Adrián buscó a Zoe en todos los lugares posibles.

Fue a su departamento, pero la casera le dijo que se había mudado sin dejar dirección. intentó llamarla, pero el número estaba desconectado. Preguntó a Carla, que juró no saber dónde estaba. Simplemente desapareció, dijo Carla preocupada. Ni a mí me dijo a dónde iba. Adrián pasó los días caminando por la ciudad, visitando todos los lugares donde habían estado juntos, el café donde almorzaban, el parque donde caminaban, incluso la tataquería que a ella tanto le gustaba.

Nada. estaba empezando a perder la esperanza cuando recordó algo que ella había mencionado una vez, un proyecto comunitario en el barrio donde creció, ayudando a niños con las tareas escolares. Era una pista débil, pero era todo lo que tenía. El sábado por la mañana condujo hasta el antiguo vecindario de Soy.

Era una zona sencilla con casas pequeñas y calles angostas, muy diferente al mundo corporativo que conocía. Preguntó en una panadería por proyectos comunitarios. Ah, seguro habla del centro esperanza”, dijo la dueña, “una señora simpática. Está en la calle de atrás.

La muchacha nueva que llegó hace dos semanas está haciendo un trabajo hermoso con los niños.” El corazón de Adrián empezó a latir con fuerza. encontró el centro esperanza en una casa remodelada con paredes coloridas y dibujos infantiles por todas partes. A través de la ventana vio a varios niños sentados en círculo en el suelo y en el centro de ellos explicando matemáticas con el mismo entusiasmo que usaba en las presentaciones corporativas. Estaba Soy.

Se había cortado el cabello y usaba ropa más sencilla, pero era inconfundiblemente ella. Gesticulaba animadamente mientras explicaba fracciones usando dibujos de pizzas en el pizarrón. “Si tienen una pizza entera y comen dos rebanadas de ocho, ¿cuántas quedan?”, preguntó ella. “Seis!”, gritaron los niños al unísono.

“Exacto, son unos genios matemáticos”, dijo ella haciendo reír a todos. Adrián se quedó ahí parado mirándola a través del vidrio. Incluso lejos del mundo empresarial, incluso después de haber perdido todo por su causa, ella seguía siendo la misma.

Transformando lo complicado en sencillo, llevando alegría donde fuera. Cuando la clase terminó y los niños salieron corriendo, él tocó suavemente la puerta. Puedes pasar, Stabier. Soy se detuvo al verlo. Adrián, ¿cómo me encontraste? No fue fácil. Te escondiste bien”, dijo él entrando despacio, como si ella pudiera salir corriendo en cualquier momento. No me escondí, solo me mudé a donde pertenezco. Tú perteneces a mi lado.

Soy desvió la mirada borrando el pizarrón con más fuerza de la necesaria. Adrián, no deberías estar aquí y el consejo y tu empleo. Perdí el trabajo, dijo simplemente. Ella se giró alarmada. ¿Qué? ¿Por qué? Porque me negué a ocultar nuestra relación. porque me negué a fingir que tú no significas nada para mí. Durante las siguientes dos horas, Adrián estuvo encerrado en la sala con el consejo.

Soy esperó en la oficina, incapaz de irse sin saber qué estaba pasando. Cuando por fin salió, se veía cansado y abatido. ¿Cómo te fue?, preguntó ella con angustia. ¿Complicado. Estoy suspendido hasta nuevo aviso. Van a evaluar la situación, dijo haciendo comillas en el aire. Adrián. No, justo eso era lo que yo quería evitar”, dijo ella angustiada.

“Por eso me fui de la empresa para que pudieras mantener tu carrera. Una carrera sin ti no vale nada. No digas eso. Has trabajado toda tu vida para llegar hasta donde estás. ¿Y qué conseguí? Una vida vacía, un departamento que parece sala de exhibición. Cenas solo todos los días”, dijo él acercándose. “Tú me enseñaste a vivir de verdad, a amar de verdad, a ser feliz.” Soy sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Pero ahora perdiste todo por mi culpa.

No perdí todo. Aún puedo recuperar lo que realmente importa, dijo él tomando sus manos. Perdón por no haberte protegido. Mejor perdón por haber permitido que llegara a ese punto, pero no me disculpo por amarte. Adrián, escúchame, dijo con urgencia. Ya no me importa el consejo, ni el cargo, ni lo que la gente piense. Te quiero en mi vida.

No como empleada, no como un secreto, como compañera, como pareja, como la mujer que amo. Soy lo miró largo rato viendo la sinceridad en sus ojos. ¿Y qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a vivir? Lo descubriremos juntos. Puedo empezar mi propia empresa o trabajar en otro lugar. Lo importante es que sea contigo a mi lado.

¿Dejarías tu vida de lujos por estar conmigo en una vida sencilla? Soy Mi vida solo tuvo lujo desde que tú entraste en ella. Lo demás solo era caro”, dijo él haciéndola sonreír por primera vez. “Todavía tengo miedo”, admitió ella. “Yo también, pero prefiero tener miedo contigo que estar seguro sin ti.

“Caminaron hasta el pequeño parque cerca del centro, donde había un lago con patos y bancas viejas. Se sentaron en una de ellas, observando el agua tranquila. “¿Te acuerdas?”, dijo Adrián, “de aquella conversación en mi oficina cuando dijiste que necesitaba más alegría en mi vida.” Me acuerdo. Tú trajiste toda la alegría que no sabía que me faltaba.

Trajiste color, trajiste vida, le diste sentido a todo. Soy recargó su cabeza en su hombro. Tú también cambiaste mi vida. Me hiciste creer que podía hacer más de lo que imaginaba. Entonces, vamos a hacer más juntos, dijo él, poniéndose de pie de repente.

Adrián, ¿qué estás haciendo? Para su total sorpresa, él se arrodilló junto a la banca y sacó una pequeña caja del bolsillo. “Soy López”, dijo con la voz emocionada. “¿Quieres casarte conmigo?” “¿Estás loco?”, gritó ella llevándose la mano a la boca. “¿Cuándo compraste eso?” “Ayer, porque me di cuenta de que no quiero pasar ni un solo día más sin tener la certeza de que vas a estar conmigo para siempre. Pero no tenemos dinero. Perdiste tu trabajo. Yo trabajo con niños y gano casi nada.

” “¿Y qué? Vamos a construir nuestra vida juntos a nuestra manera, nuestro tiempo con nuestro amor. Los niños del centro habían salido y estaban viendo la escena desde lejos, susurrando emocionados. “Nos están mirando niños”, dijo Soy riendo y llorando al mismo tiempo. “Que miren, que vean lo que pasa cuando dos personas se aman de verdad”, dijo él aún arrodillado.

“Entonces, ¿aceptas casarte con este desempleado enamorado?” Soy lo miró. Miró el anillo sencillo pero hermoso. Miró a los niños que aplaudían bajito, al lago tranquilo donde todo había empezado a tener sentido. “Sí”, dijo por fin. “Acepto casarme contigo, Adrián González.” Cuando él puso el anillo en su dedo, los niños estallaron en aplausos.

Algunos adultos que pasaban por el parque también se detuvieron a aplaudir. “Ahora todos saben que somos pareja”, Romeo Soy. “Perfecto, ya no quiero ocultar nada.” Esa misma tarde se enteraron de que Vanessa había sido despedida de González Group.

Al parecer la investigación del área de sistemas rastreó las fotos hasta su celular y sin el respaldo de Adrián como objetivo, había perdido toda protección dentro del consejo. “Justicia poética”, comentó Soy cuando Carla la llamó para contarle la noticia. “¿Y tú?”, preguntó Carla. “¿Cuándo regresas?” No regreso, respondió Soy mirando a Adrián que organizaba material didáctico a su lado.

Aquí encontré mi lugar y él también. Al final del día, sentados en la misma banca donde él le había propuesto matrimonio, Soy miró el anillo en su dedo. ¿Sabes qué es lo más curioso?, dijo ella. ¿Qué? Todo empezó con un zapato roto y ahora va a terminar con una boda, dijo él besándola. ¿Quién dijo que va a terminar?, protestó ella.

Esto apenas comienza y con mi suerte con los zapatos va a ser una aventura interesante. Adrián rió abrazándola con más fuerza. No puedo esperar a ver qué tipo de caos vas a causar como mi esposa. Prometo que será inolvidable, dijo ella riendo también.

Tres meses después, en una mañana soleada de sábado, la playa de Puerto Vallarta estaba decorada con flores silvestres y telas blancas ondeando con la brisa del mar. Era justo el tipo de boda que soy siempre había soñado. Sencilla, alegre y llena de personas que realmente importaban. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto en la playa? Había preguntado Adrián durante la planeación. ¿Y si llueve? Si llueve, bailamos bajo la lluvia, respondió ella pragmática.

Además, como voy a entrar descalza de todos modos, al menos la arena es más cómoda que una alfombra roja. ¿Vas a entrar descalsa a propósito? Claro, es mi sello personal. No puedo decepcionar a los fans ahora. La mañana de la boda, mientras se arreglaba en una pequeña posada cerca de la playa, Zoe estaba sorprendentemente tranquila. Su mamá, doña Elena, lloraba más que ella.

“Mi hija, ¿estás segura de que ese hombre es bueno para ti?”, preguntó por décima vez acomodándole el velo sencillo. “Mamá dejó su trabajo por estar conmigo. Creo que con eso queda clara tu respuesta”, dijo Sob riendo. “Y mira este vestido que él se empeñó en comprar. Soy la novia más elegante que este barrio ha visto.

“El vestido realmente era hermoso, sencillo, fluido, perfecto para una ceremonia en la playa. Y lo más importante, había sido elegido por alguien que la conocía lo suficiente para saber que ella prefería la comodidad antes que la ostentación. ¿Lista?, preguntó Carla. ¿Quién sería su madrina? Nací lista, respondió Zoe, quitándose los zapatos y dejándolos en la habitación. Vamos a causar el escándalo romántico más grande de esta playa.

El camino hacia el altar improvisado fue justo como ella lo había imaginado. Sus pies descalzos se hundían ligeramente en la arena tibia. El vestido se movía con la brisa y podía escuchar algunas personas riendo con cariño al verla descalza una vez más. Típico de Soy escuchó que alguien comentaba, “Ni en su propia boda usa zapatos.” “Por eso la queremos”, respondió otra voz.

Adrián la esperaba en el altar, guapísimo, con un traje claro y también descalso. Cuando la vio acercarse, su sonrisa fue tan brillante que ella casi tropezó con su propia sombra. “Cuidado con no caerte antes de llegar aquí”, bromeó él cuando por fin estuvo a su lado. “Si me caigo, tú me levantas”, respondió ella tomando sus manos.

El padre, un hombre joven y relajado que Adrián había conocido en el centro comunitario, sonrió al verlos. Bueno, esta sin duda será una boda diferente”, dijo provocando risas entre los invitados. Adrián y Soy decidieron escribir sus propios votos. Adrián. Adrián respiró hondo y la miró a los ojos. Soy López. Cuando entraste descalsa a mi empresa, rompiste mucho más que unos zapatos.

Rompiste mis defensas, mi frialdad, mi creencia de que sabía cómo vivir. Comenzó él con la voz emocionada. Me enseñaste que la imperfección es belleza, que la espontaneidad es magia. y que reírse de uno mismo es sabiduría. Soy sintió como se le llenaban los ojos de lágrimas. Prometo ser tu equilibrio cuando el caos sea demasiado. Prometo reír contigo cuando todo salga mal.

Y prometo nunca jamás quejarme cuando rompas más zapatos, continuó él provocando carcajadas entre todos. “Tu turno,” dijo el padre Azoi. Ella se limpió las lágrimas y sonrió. Adrián González, eras el hombre más serio y controlado que he conocido. Parecía que habías tragado un manual de etiqueta empresarial, comenzó ella, arrancando más risas. Pero descubrí que debajo de toda esa seriedad había un hombre dulce, generoso y valiente.

Adrián sonrió recordando aquellas primeras impresiones. Tú me diste algo que nunca había tenido. Alguien que cree en mí, incluso cuando tropiezo. Alguien que ve potencial donde otros venó ella, ahora más seria. Prometo nunca dejar que tu vida sea aburrida.

Prometo traer color a tus días grises y prometo que pase lo que pase, siempre encontraremos razones para reír juntos. ¿Estás segura de esa promesa?, promeó Adrián. Conociéndote puede ser mucho caos, segurísima. Prepárate para la aventura de tu vida. Después del intercambio de anillos y el beso que selló la unión, hubo una fiesta sencilla pero alegre en la misma playa. Roberto trajo su guitarra.

Doña Elena preparó comida como para alimentar a Medio México y hasta algunos niños del centro comunitario fueron a celebrar con ellos. ¿Saben? Dijo Carla durante el brindis. Yo estaba ahí el día que Soy llegó descalza a la entrevista. Pensé, pobrecita, no va a durar ni una semana. Y ahora, mírenla casada con el jefe. Y yo pienso, pobrecito de Adrián, no sabe lo que le espera.

Todos rieron, incluyendo a Adrián, que abrazó a Zoy con más fuerza. Sé exactamente lo que me espera”, dijo él, y no puedo esperar a descubrir cada sorpresa. Cuando el sol comenzó a ponerse teniendo el cielo de naranja y rosa, Soy llevó a Adrián a una parte más tranquila de la playa. “Tengo un regalo de bodas para ti”, dijo ella, nerviosa. “Soy no hacía falta.

“Es un regalo especial, de esos que cambian la vida.” Continuó sacando un sobre pequeño de su bolso. Adrián abrió el sobre con curiosidad y encontró una foto en blanco y negro. tardó unos segundos en entender lo que estaba viendo. “¿Esto es, esto es un ultrasonido?”, preguntó con la voz entrecortada.

“¡Sorpresa”, dijo ella sonriendo con nerviosismo. “Parece que nuestra luna de miel tendrá que posponerse o al menos replantearse.” Adriel miró la imagen luego a ella, luego otra vez la foto. “¿Estás embarazada?” “De dos meses.” “Lo supe la semana pasada y me moría de ganas de contártelo, pero quería que fuera una sorpresa embarazada.

repitió él como si aún lo estuviera procesando. Vamos a tener un bebé. Vamos a tener un bebé, confirmó ella. ¿Estás feliz? Asustado. Necesitas una bolsita para respirar. En vez de responder, Adrián la levantó en brazos y giró con ella en la arena, riendo como un niño.

Estoy feliz, asustado, en pánico y extasiado al mismo tiempo, dijo bajándola con cuidado y desándola. De verdad, tú no sabes hacer nada a medias, ¿verdad? ¿Y dónde estaría lo divertido? Respondió ella entre risas. Así que el caos apenas comienza de verdad, dijo él colocando la mano sobre su vientre a un plano.

Adrián González, no tienes idea respondió ella, cubriendo su mano con la suya. Pero al menos ahora tenemos el resto de la vida para descubrirlo juntos. Mientras regresaban tomados de la mano a la fiesta, con el sonido de las olas y las risas de los amigos de fondo, Soy pensó en lo sorprendente que podía ser la vida.

Un año atrás era una chica desesperada corriendo a una entrevista con los zapatos rotos. Ahora era una mujer casada, amada, esperando un hijo y sabiendo exactamente dónde pertenecía. Al lado del hombre que había aprendido a amar no solo sus logros, sino también sus tropiezos y que estaba segura, iba a disfrutar cada minuto del hermoso caos que sus vidas estaban por vivir.

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