EMPRESARIO EXITOSO REGRESA INESPERADAMENTE… LO QUE DESCUBRE LO CAMBIA TODO

Ricardo Vázquez tenía la costumbre de regresar a su mansión en Polanco, siempre pasadas las 10 de la noche, cuando todos ya descansaban. Ese martes, sin embargo, la presentación con los empresarios coreanos en Torre Esmeralda había concluido dos horas antes de lo previsto y decidió dirigirse a casa sin notificar a nadie.

Al cruzar el portón principal de la residencia de 3,000 m²ad, Ricardo se detuvo completamente y no logró comprender lo que presenciaba. Allí, en el centro del elegante salón principal, se encontraba Antonela, la empleada doméstica de 25 años, sentada en el piso de Travertino con las piernas dobladas. Pero no era eso lo que lo paralizó, sino la escena que tenía delante.

Su hija Elena, de apenas 5 años, estaba acomodada en su silla de ruedas color púrpura con destellos plateados, sosteniendo un cuaderno de ejercicios y escribiendo con gran concentración. Sus manitas se movían lentamente, pero con determinación, formando letras que antes le resultaban imposibles de trazar. Ya casi termino la palabra mariposa, Toñita”, decía Elena, esforzándose por mantener el lápiz firme.

“Excelente, mi princesa, cada día tu letra se ve más bonita”, respondía Antonela con una voz llena de ternura y orgullo que Ricardo jamás había percibido. ¿Puedo escribir otra palabra después? Por supuesto, pero primero vamos a practicar nuestros números mágicos, ¿te parece bien? Ricardo permaneció inmóvil. contemplando la escena sin ser descubierto.

Existía algo en aquella conexión que lo conmovió de una manera inexplicable. Elena estaba radiante, algo que el empresario casi nunca observaba en el hogar. Su hija había nacido con parálisis cerebral moderada, lo cual impactaba principalmente su coordinación motora y habilidades de escritura. Está bien, Toñita.

¿Qué números vamos a hacer hoy? preguntó Elena cerrando cuidadosamente el cuaderno. A ver, mi amor, ¿recuerdas la secuencia que aprendimos la semana pasada? Antonela extrajo unas tarjetas brillantes de su delantal azul marino. Sí, dos, cuatro, seis, comenzó Elena tocando cada tarjeta con su dedo meñique. Fue precisamente en ese instante que Elena divisó a su padre inmóvil en el umbral.

Su rostro se iluminó, pero se percibía una combinación de asombro y inquietud en sus grandes ojos color miel. Papi, llegaste antes.” exclamó la niña intentando girar su silla rápidamente para mirarlo de frente. Antonela se incorporó sobresaltada, dejando que las tarjetas cayeran al suelo.

Se limpió las manos nerviosamente en el delantal y dirigió su mirada hacia abajo. “Buenas noches, señor Ricardo. No sabía que ya había regresado. Disculpe, estaba finalizando las actividades con la niña Elena. tartamudeó evidentemente nerviosa. Ricardo aún procesaba lo que acababa de presenciar.

Observó a su hija, quien continuaba sosteniendo el lápiz, y después a Antonela, que parecía desear desvanecerse del lugar. “Elena, ¿qué estás haciendo?”, inquirió Ricardo, procurando mantener un tono sereno. “Estoy practicando escritura con Toñita, papi. Mira.” Elena levantó el cuaderno con orgullo. Hoy escribí cinco palabras completas sin ayuda. Antonela dice que tengo letra de doctora muy inteligente. Ricardo dirigió su atención hacia Antonela buscando una explicación.

La empleada mantenía la vista fija en el piso, retorciendo sus manos ansiosamente. Cinco palabras, repitió Ricardo desconcertado. ¿Cómo es posible? La especialista nos informó que desarrollar la escritura le llevaría muchos meses más. Es que Toñita me enseña métodos super especiales”, explicó Elena con entusiasmo.

Ella dice que mis manos son como pequeños artistas que necesitan practicar todos los días y también jugamos con números que bailan en mi cabeza. Antonela finalmente alzó la mirada, sus ojos oscuros repletos de temor. Señor Ricardo, yo solo estaba jugando con Elena. No pretendía hacer algo incorrecto. Si usted prefiere, puedo dejar de No, Toñita.

Interrumpió Elena, desplazando su silla rápidamente para posicionarse entre los dos adultos. Papi, Toñita es la mejor. Ella me ayuda a sentirme lista cuando me siento torpe. Ricardo sintió una opresión en el pecho. ¿Cuándo fue la última ocasión que había visto a su hija tan animada? ¿Cuándo fue la última vez que había mantenido una conversación con ella por más de 5 minutos consecutivos? Elena, sube a tu habitación.

Necesito conversar con Antonela, expresó Ricardo intentando sonar firme pero amable. Pero, ¿por qué, papi? Toñita hizo algo malo. Sube a tu habitación, por favor. La niña miró a Antonela, quien le ofreció una sonrisa tranquilizadora y le indicó con gestos que todo estaría bien. Elena se dirigió hacia el elevador especial que habían instalado para ella, pero antes de desaparecer gritó, “Toñita es la persona más buena de todo el universo.

” Ricardo y Antonela quedaron solos en el salón. El empresario se aproximó notando por primera vez que la empleada tenía pequeñas manchas de tinta azul en los dedos, probablemente de los ejercicios de escritura, y que sus zapatos negros estaban gastados, pero perfectamente limpios. ¿Desde cuándo sucede esto?, preguntó él. Señor, los ejercicios, la escritura, ¿desde cuándo trabajas de esta manera con Elena? Antonela vaciló antes de responder.