“Finge Que Me Amas, Por Favor…” — La Poderosa CEO Le Rogó Al Padre Soltero Justo Frente A Su Ex.

Si no fuera por ti, habría renunciado hace tiempo. Y si no fuera por ti, yo seguiría creyendo que mi vida no valía nada. El viento soplaba con suavidad, moviendo su cabello. Miguel la tomó de la mano. Lucía, la tormenta ya pasó. Pero queda una última cosa que debemos hacer. Cerrar este capítulo de verdad.

A la mañana siguiente acudieron juntos al juzgado para presentar los documentos que demostraban la inocencia de Lucía. Derek, esposado y con la mirada vacía, era escoltado por dos agentes. Cuando sus ojos se cruzaron, él murmuró, “Nunca pensé que llegarías tan lejos.” Lucía lo miró sin rencor. Porque nunca entendiste que la verdad no necesita poder. Solo tiempo. Él bajó la cabeza.

Por primera vez, Derek Salvatierra parecía humano, derrotado no por la justicia, sino por su propia arrogancia. Esa noche, Lucía y Miguel cenaron con Sofía en casa. Entre risas y anécdotas, el ambiente era cálido, familiar. Sofía, con su inocencia levantó la copa de sumo y dijo, “Por los arcoiris que vienen después de la lluvia.

” Lucía y Miguel chocaron sus copas y rieron. El reloj marcaba las 11. Afuera comenzaba a llovisnar. Lucía se levantó, fue al balcón y miró el cielo. El olor a tierra mojada le recordó algo que había olvidado. La vida, incluso cuando duele, siempre sigue floreciendo. Volvió al salón donde Miguel jugaba con Sofía y susurró para sí misma.

A veces fingimos amor para sobrevivir y acabamos encontrando el verdadero sin darnos cuenta. Sabía que aún quedaba un paso más, el definitivo, reconciliarse consigo misma y con el pasado. La historia aún no había terminado, pero esta vez Lucía ya no caminaba sola. El sol de primavera bañaba las calles de Valencia con un brillo limpio, casi simbólico. Después de meses de tormentas, todo parecía volver a su sitio.

Los periódicos hablaban de la Fundación Sofía como un modelo de transparencia. Derek Salvatierra había sido condenado por fraude y falsificación y la gente volvía a mirar a Lucía con respeto, pero ella ya no necesitaba la admiración de nadie. Esa mañana se levantó temprano y caminó hasta el puerto. El aire olía a sal y esperanza.

A lo lejos, los pescadores recogían sus redes mientras las gaviotas gritaban sobre el mar. Lucía respiró hondo, cerró los ojos y, por primera vez en mucho tiempo no sintió miedo de ser feliz. Miguel apareció a su lado con dos cafés. Pensé que te encontraría aquí”, dijo ofreciéndole uno. “¿Cómo lo sabías? Porque cuando el mar está tranquilo, tú siempre vienes a escucharlo.

” Lucía sonríó. “Necesito recordarme que el ruido no es la vida, que a veces la calma también tiene su música.” Miguel la observó un momento. “¿Te has vuelto una filósofa?” “No, solo una mujer que ha aprendido a vivir sin máscaras.” Se quedaron en silencio viendo como el sol subía poco a poco. Sofía jugaba cerca lanzando piedrecitas al agua.

“Mira”, dijo Lucía, “Parece que busca su reflejo o que intenta entender el mundo,”, añadió Miguel, “Como hicimos nosotros.” Lucía lo miró. “¿Tú lo has entendido?” Él sonríó. “Solo sé que el amor no es un contrato ni una promesa, es una elección diaria. Las semanas pasaron tranquilas. La Fundación Sofía creció abriendo nuevas sedes en Albacete y Zaragoza.

Miguel empezó a coordinar un programa de inserción laboral para padres y madres solteros. Sofía, siempre sonriente, se había convertido en el alma del proyecto. Una tarde, Lucía organizó una charla pública titulada Fingir para sobrevivir, amar para vivir. El auditorio estaba lleno.

Ella se subió al escenario sin notas ni guion. Hace un año comenzó. Pedí a un desconocido que fingiera amarme durante 5 minutos. El público rió intrigado. Nunca imaginé que esos 5 minutos cambiarían toda mi vida. Una pausa. Porque cuando fingimos por miedo, a veces descubrimos la verdad que más tememos, que sí merecemos ser amados. Los asistentes la escuchaban con atención.

He perdido reputación, poder y dinero continuó. Pero a cambio encontré algo que no se compra ni se negocia. La paz de saber quién soy. El aplauso fue largo y sincero. Miguel la observaba desde la primera fila con orgullo silencioso. Lucía bajó del escenario y al verlo le guiñó un ojo. ¿Qué te ha parecido mi discurso improvisado? Perfecto, respondió él. Sincero como tú.

Esa noche celebraron en casa con una cena sencilla, velas, risas, vino y música suave. Sofía, medio dormida, se acurrucó en el sofá. Lucía la tapó con una manta y la besó en la frente. ¿Sabes?, dijo Miguel. A veces pienso en lo irónico que fue todo. ¿Por qué? Porque tú querías fingir amor para protegerte y yo fingí seguridad para ayudarte.

Lucía río y terminamos siendo verdad los dos. Se quedaron mirándose con esa complicidad que no necesita palabras. Miguel le tomó la mano. Lucía, ¿te das cuenta de todo lo que hemos pasado? Escándalos, juicios, pérdidas y aún así seguimos aquí. Eso se llama resiliencia”, dijo ella con ternura. “Yo lo llamo amor valiente.

” Al día siguiente, el Ayuntamiento de Valencia entregó a Lucía un reconocimiento público por su labor social. El acto fue sencillo, pero emotivo. El alcalde habló de su ejemplo de integridad, de cómo había demostrado que los errores pueden transformarse en esperanza. Lucía subió al estrado con una sonrisa serena. Gracias.