“Finge Que Me Amas, Por Favor…” — La Poderosa CEO Le Rogó Al Padre Soltero Justo Frente A Su Ex.

Creo que eres tú la lista aquí. La niña rió. Miguel las miró en silencio con ternura. Aquella escena tan simple, tan cotidiana, le devolvió algo que creía perdido, la sensación de pertenecer. Después de cenar, mientras Sofía dormía, Lucía y Miguel se quedaron charlando en el pequeño balcón. El olor a Jazmín llenaba la noche.

“¿Nunca has pensado en volver a enamorarte?”, preguntó ella sin mirar directamente. Miguel se encogió de hombros. A veces lo pienso, pero el amor no se busca, se encuentra. Y cuando uno ha vivido pérdidas, el corazón aprende a tener miedo. Yo también tengo miedo admitió ella en voz baja.

Pero del otro tipo, de que nadie me vea como soy de verdad. Miguel la miró con atención. Yo te veo, Lucía, aunque no quieras. Aquella frase se clavó en su pecho. Por primera vez en años alguien la había mirado sin etiquetas, ni poder, ni fama, ni dinero. Solo ella. Los encuentros se hicieron más frecuentes. Lucía empezó a participar en pequeñas actividades con Sofía, llevarla al parque, leerle cuentos, ayudarla con los deberes.

Descubrió la ternura que había enterrado bajo los trajes de ejecutiva. Una tarde Miguel la llevó a un mirador desde donde se veía toda Valencia bañada en naranja. Cuando mi mujer vivía, veníamos aquí cada domingo. Decía que el atardecer nos recordaba que todo acaba, pero también que todo vuelve a empezar. Lucía lo escuchó sin hablar.

Su garganta se apretó. “Quizá, quizá ahora te toque empezar de nuevo”, susurró. Miguel la miró con una mezcla de gratitud y tristeza. “Tal vez sí. El silencio entre ellos no era incómodo, era cálido, lleno de respeto y algo que empezaba a parecer amor. Aquella noche, al regresar a casa, Lucía encontró un correo de su asistente. “Mañana Derek Salvatierra asistirá al evento de empresarios.

¿Confirmas asistencia?” Su corazón se encogió. Parte de ella quería evitarlo. Otra parte sentía que debía enfrentarse a su pasado. Pensó en Miguel, en Sofía, en esa vida sencilla y honesta que había conocido y comprendió que no quería seguir fingiendo. Por primera vez, Lucía deseó ser simplemente una mujer capaz de amar sin miedo.

No la sé, o intocable, que todos admiraban. Miró por la ventana. Las luces de Valencia parpadeaban sobre el río. Sonríó pensando que quizá el destino no era una línea recta, sino una espiral. Te hace volver al mismo lugar, pero con otro corazón. Y en ese momento, sin darse cuenta, Lucía se había enamorado no de un hombre rico ni de un ideal, sino de la bondad sencilla de quien había fingido amarla 5 minutos y había terminado enseñándole lo que era el amor verdadero.

El Palacio de Congresos de Valencia brillaba aquella noche como una joya. Era el evento empresarial del año, el premio a la innovación europea. Lucía Ortega, como siempre, era una de las invitadas principales, pero esta vez su mente no estaba en los números, ni en las cámaras, ni en los discursos.

Estaba pensando en Miguel y Sofía, que a esa hora estarían cenándole en Tejas frente al televisor. Habían pasado varias semanas desde aquella tarde en el bar Alameda. Su relación con Miguel había crecido de forma natural. sin pretensiones ni promesas vacías. Ella encontraba en él una serenidad que su mundo frenético nunca le había dado. Y Miguel, por su parte, veía en Lucía una ternura escondida bajo su coraza de hierro. Pero esa noche todo era distinto.

Derek Salvatierra, su ex, era uno de los oradores invitados. Solo escuchar su nombre en la lista de asistentes le revolvía el estómago. Aún así, decidió ir. No pensaba huir más del pasado. Antes de salir, recibió un mensaje. Era de Miguel. Suerte esta noche, jefa. No olvides sonreír, pero sobre todo, no olvides quién eres de verdad. Lucía sonríó.

Él siempre sabía decir justo lo que necesitaba escuchar. El salón del palacio estaba lleno de trajes caros y sonrisas falsas. Lucía saludaba a los socios intentando mantener la compostura. Derek apareció poco después con su traje a medida y su habitual aire de superioridad. Al verla se acercó con esa sonrisa que tanto odiaba. Lucía, sigues igual, impecable.

Su voz sonaba tan dulce como el veneno. “Y tú sigues siendo igual de arrogante”, respondió ella con calma. “No te culpo, has aprendido de los mejores”, se inclinó hacia ella. “Por cierto, ¿cómo va tu romance con aquel conserje?” Lucía sintió un nudo en el estómago. El rumor se había extendido más rápido de lo que imaginaba.

Intentó restar la importancia. Va bien, gracias por preguntar. Derek soltó una carcajada. De verdad, no sabía que te gustaban los hombres con fregona. Qué irónico. Una mujer que dirige millones y se acuesta con quien limpia sus suelos. Varias cabezas se giraron. El murmullo empezó a crecer. Lucía sintió que el suelo se movía bajo sus pies, pero antes de responder escuchó una voz detrás de ella. Cuidado, señor salvatierra, está ensuciando el aire con sus palabras.

Era Miguel. Llevaba una camisa blanca y una chaqueta sencilla, nervioso pero decidido. No sabía exactamente qué hacía allí, solo que no podía permitir que nadie la humillara. “Tú otra vez”, rió Derek con desprecio. “Vaya, la ceó y su príncipe del cubo de basura. Al menos yo limpio lo que otros ensucian”, replicó Miguel.