“Finge Que Me Amas, Por Favor…” — La Poderosa CEO Le Rogó Al Padre Soltero Justo Frente A Su Ex.
Tienes razón, Sofía, pero los arcoiris solo aparecen cuando hay sol y lluvia al mismo tiempo. La niña la miró muy seria. Entonces tú y papá sois como un arcoiris. Él es la lluvia. Tú eres el sol. Miguel y Lucía se miraron conmovidos. A veces los niños dicen las verdades más grandes sin darse cuenta. Lucía se inclinó y besó la frente de la niña. Y tú eres la luz que nos une.
Por un momento, el mundo pareció detenerse. El ruido de la ciudad, los coches, los relojes, todo desapareció. Solo existía aquella pequeña familia improvisada que sin planearlo, había encontrado un hogar en los corazones del otro. Pero la calma, como siempre no dura demasiado. Una mañana, mientras Lucía entraba en su oficina, notó el ambiente tenso.
Su asistente, Marta, la esperaba con expresión preocupada. Lucía, tenemos un problema. ¿Qué ocurre? Los inversores de Londres han pedido una reunión urgente. Dicen que tu imagen pública está afectando la confianza del mercado. Lucía arqueó una ceja. Mi imagen pública. Sí, hay artículos, comentarios en redes. Marta bajó la voz.
Te llaman la SEO del amor obrero. Lucía soltó una carcajada amarga. Y eso es malo para ellos. Sí. Dicen que una ejecutiva de tu nivel no puede mezclar su vida sentimental con un trabajador de mantenimiento. Lucía guardó silencio por dentro. hervía, pero sabía que en su mundo las apariencias valían más que los hechos. “Convoca la reunión”, ordenó. “Quiero hablar con ellos cara a cara.
La videollamada se celebró esa misma tarde. Al otro lado de la pantalla, los socios británicos la observaban con frialdad. “Miss Ortega”, dijo uno de ellos, “no dudamos de su talento, pero debe comprender que su relación actual genera incertidumbre. incertidumbre. Los clientes esperan una imagen de éxito, no de hizo una pausa. Mezcla social. Lucía respiró hondo.
Entiendo, pero no pienso justificar a quién amo. No se trata de amor, se trata de reputación, insistió el otro socio. Si esto continúa, podríamos reconsiderar nuestra participación. Por primera vez en mucho tiempo, Lucía no sintió miedo. Entonces, reconsideradla, dijo con calma, porque mi vida no es una campaña publicitaria. Y colgó la llamada. Marta la miró desde la puerta, boquia abierta.
Acabas de desafiar a tus inversores. Lucía sonríó cansada, pero firme. Sí. Y sabes qué, se siente liberador. Esa noche fue a casa de Miguel. Él estaba terminando de preparar la cena, pasta con tomate y un poco de queso rallado. “Huele bien”, dijo ella entrando en la cocina. “Es lo único que sé hacer sin incendiar la casa”, bromeó. Lucía se quitó los tacones, suspirando.
Ha sido un día largo. Miguel notó su tono y dejó la cuchara. ¿Ha pasado algo? Los inversores amenazan con irse. Dicen que mi relación contigo da mala imagen. Él se quedó en silencio un momento. ¿Y qué vas a hacer? Ya lo hice. Les dije que no pienso elegir entre mi empresa y mi vida. Miguel la miró con una mezcla de orgullo y preocupación.
Eres increíble, Lucía, pero no quiero que pierdas todo por mí. No lo hago por ti, replicó ella. Lo hago por mí, por la mujer que soy cuando estoy contigo. Él se acercó despacio y la abrazó. Entonces, pase lo que pase, estoy contigo. Lucía apoyó la cabeza en su pecho y en ese momento sintió una paz que ningún éxito le había dado nunca.
Los días siguientes fueron duros. Los medios continuaban atacando, las acciones de la empresa bajaban y Lucía se convirtió en el centro de todas las miradas. Pero ella no se escondió, siguió asistiendo a los eventos, incluso llevó a Sofía en alguna ocasión. Cuando los periodistas preguntaban, sonreía y respondía, “Sí, amo a un hombre que limpia suelos, pero él me ha enseñado a no manchar mi alma.
” Aquella frase se hizo viral. Las redes se dividieron, unos la admiraban, otros la despreciaban, pero el público común, la gente sencilla, la abrazó con cariño. Lucía se había convertido, sin quererlo, en símbolo de autenticidad. Una tarde de domingo, mientras merendaban churros con chocolate en una terraza, Miguel le dijo, “¿Te das cuenta de que ahora eres más famosa por ser humana que por ser rica?” Lucía se rió.
Eso debe ser un milagro. No es justicia, respondió él. Sofía los miraba desde su taza de chocolate con bigote dulce. ¿Os vais a casar? Preguntó de repente. Lucía casi se atraganta. ¿Qué dices, Sofía? Bueno, siempre que una chica bonita y un papá bueno se quieren, se casan en las películas. Miguel sonríó. Las películas no siempre aciertan pequeña. Lucía añadió divertida.
Aunque a veces el final feliz sí existe. Aquella noche, mientras regresaba a su ático, Lucía sintió algo extraño, miedo y esperanza a la vez. Sabía que el amor no bastaba para mantener a salvo un mundo que exigía máscaras, pero también sabía que Miguel le había enseñado el valor de ser imperfecta.
Encendió el ordenador para revisar su correo y vio un mensaje nuevo. Era de Derek. He oído que tus inversores se han ido. Si cambias de idea, puedo ayudarte. Siempre hay un precio para todo. Lucía cerró el portátil con fuerza. Por un instante, su pasado volvió como una sombra. Sabía que Derek no se quedaría quieto y también sabía que la tormenta aún no había terminado. Miró por la ventana hacia la ciudad dormida.